La espiral de la libreta

Cara a cara, el gran wéstern de la campaña

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en la Moncloa.

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en la Moncloa.

Olga Merino

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Coincido en el ascensor con una vecina que atraviesa el zaguán santiguándose al constatar el calibre de la que está cayendo. Caminamos juntas hasta el primer semáforo. Una chica china cruza la calle, en sentido contrario, con media sandía bajo el brazo, protegiéndose de la chicharrera con un enorme paraguas negro. Días tórridos, en efecto. Se viene encima un puñetazo sahariano, un efecto horno en el que va dorándose el pollo electoral, una vaharada del infierno que podría ocasionar la implosión de las palomitas por voluntad propia. Me refiero a las rosetas de maíz para presenciar, en la platea del sofá, el debate entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, el único cara a cara entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición en esta larguísima campaña, que parece venir durando desde que Torcuato Fernández–Miranda juró el cargo de presidente de las Cortes y del Consejo del Reino.

Ya saben, el lunes, a las diez de la noche, en Antena 3, La Sexta y la radio Onda Cero, un duelo al sol moderado por los presentadores Ana Pastor y Vicente Vallés. ¿Cuál de los dos pistoleros será el más hábil al oeste del río Pecos?

En casa somos muy fans de las pelis del Oeste, sobre todo en verano; baldean la cabeza y acompañan bien. Bajamos las persianas, dejando un palmo para que penetre la improbable ráfaga de brisa, y una vez engullidos en la penumbra sofocante, ya nos da lo mismo esperar el tren de las 3.10 a Yuma, la llegada del hombre que mató a Liberty Balance o bien el puñado de dólares. Por eso estamos dudando, que sí que no, entre tragarnos la comedia del debate o bien ‘Cara a cara’ (‘Faccia a faccia’), un ‘spaghetti western’ de Sergio Sollima.

Frontera difusa

La peli se rodó en 1967 entre el desierto de Tabernas y Hoyo de Manzanares, en la sierra madrileña, un escenario que simboliza tanto la frontera entre Estados Unidos y México como una difusa linde entre el bien y el mal, la misma que separa a los dos protagonistas: un profesor enfermo de tuberculosis y el forajido que lo secuestra. Los diálogos, el pulso dialéctico que dirimen, son colosales y muy hondos. ¿Será parecido el debate? ¿O más de lo mismo? Ruido, autocomplacencia, patadas en las espinilla, argumentos de barra de bar.

Sería formidable que ambos candidatos en liza explicasen al respetable su respectiva capacidad para la prestidigitación lingüística, la contorsión del donde dije Diego. Los indultos, por ejemplo. O los pactos con Vox. Sería formidable un diálogo sereno, a la manera de Montaigne, para quien la conversación suponía el ejercicio más fructífero del espíritu. «Cuando me refutan —decía el sabio francés—, suscitan mi atención, no mi cólera». Llámenme ilusa.

El wéstern ‘Cara a cara’, por cierto, está en el catálogo de Filmin. 

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