Limón & vinagre

Ana Rosa Quintana: desde la cercanía

Ana Rosa Quintana

Ana Rosa Quintana / Europa Press

Josep Cuní

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La relación entre políticos y periodistas es compleja. Desde siempre. Nos necesitamos mutuamente. Unos para canalizar sus decisiones. Los otros para disponer de informaciones. Sin embargo, la desconfianza debe ser mutua. Y cuando desaparece esa barrera intangible pero imprescindible, se agudiza el problema. Suele suceder cuando se confunden los papeles.

Cuando el cuarto poder quiere ejercer de primero, o cuando los representantes públicos quieren dictar sus noticias, sin matices ni intermediarios. Cuando consideran a los medios como mera cadena de transmisión por afinidad o dependencia. Las subvenciones y la publicidad se han convertido en una herramienta muy efectiva cuando las empresas son económicamente dependientes.

Esto es lo que entendió Donald Trump cuando descubrió que sus antiguos amigos de su fructífera etapa empresarial no seguían su doctrina y, a la vez, sus seguidores directos a través de las redes ya se contaban por millones. ¿Para qué usar intermediarios si su discurso llegaba directamente a quienes le creían? Y al silenciar primero a los medios convencionales e insultarles después, descubrió que el milagro de los panes y los peces era real y su feligresía se multiplicaba por momentos. Las entrevistas estilo clásico solicitadas solo eran atendidas si procedían de medios afines. Y creó su burbuja. Las conclusiones son obvias. Actuando así, la distancia se amplía y la oposición se radicaliza.

Gladiador

¡Dejadme solo! Parece haber dicho Pedro Sánchez a los suyos para lo que queda de campaña. Y su decisión de acudir a estudios y platós considerados hostiles le ha presentado como el gladiador que no le teme a los leones, seguro de su aplomo personal y eficaz con su espada profesional. El número de mítines ha quedado reducido en favor de sus apariciones mediáticas. Mientras, graba sus propios programas resumen de su obra de gobierno dialogando con sus ministros, rodeado de fans, y repasa el lento recorte de la distancia que le separa de Feijóo según la demoscopia diaria.

Ana Rosa Quintana Hortal (Madrid, 12 de enero de 1956) se ha convertido en una de las caras más populares del país. Su larga trayectoria y su contundente personalidad le han permitido mantener un éxito indiscutible. A su vez, este apoyo ha derivado en el poder de opinar con mayor libertad porque detrás tiene el respaldo de una cadena que ha sabido sacar un gran rendimiento económico de un indudable esfuerzo. Y como sus colaboradores han seguido su estela, en algunos casos parece que las opiniones se han alejado tanto de los hechos que los relatos poco han tenido que ver con las noticias que los motivaban.

El grano de la paja

Todo profesional de los medios sabe que debe aceptar las posibles consecuencias derivadas de sus palabras. Escritas o pronunciadas. No necesariamente las de sus tertulianos. Pero los nuevos estilos no siempre estrictamente periodísticos mezclan en exceso el grano con la paja, y quien acude a intentar la separación corre el riesgo de morir en el intento.

Si Pedro Sánchez sobrevivió, e incluso ganó, también tuvo que ver con la demostración profesional de que no siempre el león es tan fiero como lo pintan. Puede que, de haber practicado la seducción y el cariño con asiduidad, hubiera visto reducidas las altas dosis de inquina. Al final, al periodista también le gusta que le quieran.

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