Sangría digital

FC Homofobia

El fútbol masculino es un deporte en el que los futbolistas no se atreven a salir del armario, se promocionan dictaduras homófobas como Qatar y miles de seguidores desertan por mensajes pro LGTBIQ+

Archivo - Imagen de archivo de la bandera LGTBI.

Archivo - Imagen de archivo de la bandera LGTBI. / Wolfgang Kumm/dpa - Archivo

Ernest Folch

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El Barça ha perdido la friolera de casi medio millón seguidores en sus redes sociales en menos de una semana por haber colgado un post de lo más normal en el que lucía ocho banderas arcoíris en el Estadio Johan Cruyff. Una foto casi rutinaria, que era una simple adscripción al Día del Orgullo LGTBIQ+, ha provocado una auténtica sangría digital, con insultos desde todo el planeta y fans indignados desertando de su propio club.

Las cifras indican que no estamos ante una mera anécdota (nueve de los 10 clubs de Primera que hicieron lo mismo perdieron seguidores) y explican por qué clubs tan importantes como el Real Madrid o el Atlético han optado por un vergonzoso silencio digital. En realidad, perder esta cantidad de seguidores por un simple gesto de solidaridad demuestra que el fútbol es todavía un deporte homófobo, machista y a menudo violento, con deberes muy básicos pendientes de hacer. Es sospechoso que ni una sola estrella del fútbol mundial, del fútbol español o de los dos clubes bandera como el Barça o el Madrid se haya atrevido ni siquiera a salir del armario. Ha habido casos muy esporádicos, pero siempre de jugadores menos conocidos, y en ligas de segundo nivel. No es que no haya futbolistas homosexuales, es que sencillamente no se atreven a decirlo.

A diferencia del fútbol femenino, siempre más avanzado y tolerante, donde ha habido relaciones abiertas entre futbolistas del mismo sexo, en el fútbol masculino sigue imperando un tabú ancestral. No se trata solamente de una represión cultural, sino también económica: en el fútbol mundial tienen cada vez más peso dictaduras homófobas como las de Qatar, en donde se celebró el último Mundial como si fuera lo más normal del mundo, un régimen al que el Barça ahora vuelve a flirtear penosamente después de haberlo llevado en la camiseta durante muchos años. Desengañémonos: si jugadores top mundiales no se han atrevido a declarar su homosexualidad es también por una cuestión económica, puesto que serían vetados automáticamente en países donde pueden recibir suculentos contratos.

Cuando Rubiales o Laporta usan el demagógico argumento de que hay que colaborar con los países del Golfo para facilitar su apertura en realidad omiten que es exactamente al revés: la influencia siniestra de Qatar o Arabia Saudí en el mundo del fútbol ha terminado por actuar en sentido contrario y coartar la libertad en países más abiertos por miedo a las represalias. A todo esa coacción añádanle la dosis conocida de machismo y racismo, y remátenlo con la violencia periódica dentro y fuera de los estadios. Decimos con mucha alegría que el fútbol es el deporte rey, y de momento, al menos el masculino, es el rey pero de arrinconar derechos básicos en nombre del dinero. El fútbol se usa a menudo para promover mensajes vacíos, como el 'Respect' de la UEFA que nunca se lleva a la práctica o la bandera de Ucrania puesta al lado del marcador en las retransmisiones como un ejercicio de postureo vacuo. Si no se toman medidas, el fútbol puede terminar siendo un mero contenedor de las peores bajas pasiones.

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