La hoguera

Autopercibirse marquesa

Cristina Alias la presidenta de la asociación Trans Huellas

Cristina Alias la presidenta de la asociación Trans Huellas / Imagen de Twitter

Juan Soto Ivars

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Estaréis al tanto del muy sonado escándalo a cuenta de los supermercados Lidl, la encargada de una tienda y una mujer trans, Cristina, a la sazón presidenta de una asociación por los derechos LGTB en su pueblo, quien decidió que vengar su malestar anecdótico con una trabajadora era mucho más importante para los Derechos Humanos que la seguridad laboral.

Resumen de la cosa: Cristina, cuyo aspecto y voz indudablemente son de una mujer (buscad vídeos en Google y autopercibid vosotros si estoy siendo irónico), estaba en el Lidl, comprando. Primero, cuenta que se sintió "acosada" (sic) porque la supervisora del Lidl quería que pasara por las cajas de autopago. Se entabló entonces un rifirrafe a cuenta de semejante "acoso" intolerable, y la encargada, siempre con educación según la propia Cristina, la invitó a marcharse y la llamó "caballero" hasta cinco veces, incluso después de que Cristina le dijera que es una mujer. Hasta aquí ¿rifirrafe doméstico, anécdota intrascendente? Pues no, señora: tal vez todo un delito de odio según la ley que Montero dejó en el convento antes de plegar.

Pienso que esta mujer trans también se autopercibe marquesa, visto su trato con el servicio. Y admito que llamarla “caballero” fue un grave error, porque caballerosidad no parece que tenga demasiada. Leo por ahí que la supervisora del Lidl anda con ataques de ansiedad, que le han dado unos días libres, que la prensa se ha presentado en la tienda en busca de carne de la que no se mastica, y todo esto mientras la buena de Cristina se pega un paseo triunfal por los medios de comunicación, que cualquiera diría que lo que buscaba denunciando este “odio” era casito. 

En artículos de prensa y apariciones de televisión, nos habla Cristina de sus preferencias en lo tocante a la ropa y el afeitado, y nos hace un relato escalofriante del mucho odio que recibe por su forma de vivir. Es instructivo, porque demuestra, de paso, que una persona trans podrá tener la expresión de género que le plazca, más o menos aclaratoria o confusa respecto a su identidad de género sentida, pero que nada de lo que haga logrará disimular una personalidad gilipollas, como parece ser el caso. Y si alguien cree que lo digo por transfobia, se equivoca: no hay signo de igualdad más grande que llamar gilipollas a quien nos lo parece, independientemente de su sexo, expresión de género o condición.

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