Limón & vinagre
Albert Soler

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Periodista

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Mateusz Morawiecki: un rostro mitad McCarthy, mitad Jaruzelski

Prime Minister Mateusz Morawiecki

Prime Minister Mateusz Morawiecki / EFE/EPA/Marcin Obara

Por fortuna, la industria cinematográfica polaca no atraviesa su momento más boyante, así que es bastante improbable que actores, directores y guionistas acaben condenados al ostracismo por comunistas, como en el Hollywood de los años 50. No está el 'star system' polaco como para prescindir de nadie. Otra cosa serán los cargos públicos, que de eso hay en todos los países y los ha habido en todas las épocas, esos sí que deberán demostrar estar libres de toda influencia rusa si quieren aspirar, o tan solo mantener, su puesto de trabajo. Joseph McCarthy, allá en su tumba de Maryland, sonríe con satisfacción al ver renacer su caza de brujas. Su trabajo no fue en vano, esos polacos sí que saben.

El que más sabe es Mateusz Jakub Morawiecki, primer ministro, cuya sola imagen ya nos retrotrae a los años 50. Su rostro, mitad McCarthy mitad Jaruzelski –el general que gobernó en la Polonia de los años 80– desmerece en color; el blanco y negro haría más justicia a ese peinado y esas gafas. Han sido Morawiecki y el presidente del país, Andrzej Duda, quienes han impulsado la ley que purifica el país a base de purgar a quienes en el pasado "hayan tomado decisiones favorables a los intereses de Moscú".

Ello atañe no solo a políticos, sino también a periodistas. Sabido es que quien pretende controlar la política, debe hacer lo mismo con la prensa, que algunos periodistas tienen la fea costumbre de contar la verdad. Es de suponer que será solo un inicio y que, como es tradición en todos los totalitarismos, más adelante se creará un cuerpo policial especial dedicado a registrar los domicilios particulares buscando libros de Tolstói y Dostoyevski. E incluso botellas de vodka ruso, eso lo primero, que Polonia también es productora y hay que procurar por la industria nacional. Kilómetro cero en bebidas espirituosas.

El partido Ley y Justicia

Morawiecki y Duda militan en el –con perdón– PiS, aunque las únicas incontinencias que se les conoce es la verbal y la legislativa. PiS son las siglas en polaco de Ley y Justicia, que es el nombre del partido. Uno debe desconfiar siempre del nombre de los partidos políticos de nueva creación, ya que suelen hacer referencia a lo contrario que dicen promover. Como catalán que soy, tengo a mano el ejemplo de Junts, que no solamente se ha dedicado desde su fundación a separar a los catalanes, sino que incluso dentro del mismo partido se llevan a matar. Yolanda Díaz y su Sumar confirman esa curiosa dicotomía entre el nombre del partido y sus logros reales.

Nadie en su sano juicio podía esperar, por tanto, que Ley y Justicia defendiera aquella e impartiera esta, de ahí que su 'macartismo 3.0' a nadie sorprenda. Rusia es culpable, lo sabía el falangismo, lo sabía McCarthy y lo sabe ahora Morawiecki. Lo sabía incluso Juan Pablo II, que por algo era también polaco y situó al anticristo en Moscú.

El PiS es católico y ultraconservador, me refiero por supuesto al partido político. Y aunque Polonia pasa por ser también católica y conservadora, todo tiene un límite y muchos de sus ciudadanos empiezan a sospechar que lo que pretende su Gobierno es eliminar a la oposición mediante peregrinas acusaciones de amistad con Rusia. En especial a Donald Tusk, anterior primer ministro, que fue asimismo presidente del Consejo Europeo y es el principal líder opositor. La propia Unión Europea ha advertido que está analizando la ley 'antirrusa' de Polonia, para tomar medidas si lo cree necesario.

McCarthy, que sigue sonriendo en su tumba de Maryland desde el final del primer párrafo, mueve ahora levemente la cabeza, como diciendo "qué me vais a contar a mí". Él también acabó siendo un incomprendido, nadie le agradeció que terminara con la carrera de tanta gente, que el matrimonio Rosenberg fuera ejecutado, que algún ciudadano se suicidara y que más de un artista tuviera que marchar del país. En lugar de medallas, recibió oprobio. Tuvo que darse a la bebida, qué remedio, y esta fue la que lo llevó a la tumba que todavía ocupa.

Desrusificación

No se le conoce a Morawiecki la misma líquida afición, cosa que lo convierte en más peligroso que su antecesor americano, a quien empinar el codo le ocupaba un tiempo precioso que hubiera podido dedicar a lo que interesaba, que era encontrar en cada familia estadounidense un comunista. Por lo menos. Morawiecki va a dar un paso más a favor de la desrusificación y no cejará hasta hallar un pensamiento prorruso en cada cerebro polaco. Mientras la técnica no permita leer pensamientos ajenos, será él mismo quien decida quién es culpable y quién es inocente, que por algo es el primer ministro. Ay del que sea pillado tarareando una melodía de Chaikovski. Ay de quien coma ensaladilla rusa.

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