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Ernest Folch

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Editor y periodista

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Salvaje Yolanda

Yolanda Díaz, fuerte con los débiles y débil con los fuertes, encarna la nueva izquierda blanda que sustituye a la izquierda dura de Podemos

Yolanda Díaz.

Yolanda Díaz. / EP

Sabíamos que la política es cruel y despiadada, y que las diferencias internas en los partidos son las más sangrientas, y se dirimen a menudo con el primitivismo de una reyerta a navajazos en plena calle. Pero pocos ajustes de cuentas tan bestiales se recuerdan como el perpetrado por Yolanda Díaz en Sumar con Irene Montero y Pablo Echenique, decapitados salvajemente en una cacería 'ad hominem' contrarreloj, en la que ya sin caretas descubrimos que la tan cacareada unidad de la izquierda era en realidad un eufemismo para ejecutar una 'vendetta' pública sin ningún escrúpulo. Efectivamente, había que terminar en primer lugar con Echenique, la voz de Podemos, arquitecto de buena parte de las medidas e impuestos contra los más poderosos: con su caída, la coalición que dice sumar ha restado de su capital la única cara visible que tenían los minusválidos y discapacitados de este país, y los ha dejado tirados. Pero no nos engañemos, Echenique era solo la antesala previa a la pieza más codiciada, la denostada y perseguida Irene Montero, a la que en este salvaje oeste de la izquierda llevaba desde hace tiempo colgado el cartel de 'Wanted' y había que sacrificar en la plaza pública como un ritual medieval por ser una ministra valiente, popular y contestataria, y en consecuencia peligrosa.

No incomodar al poder

Con la excusa de los errores de ley del 'solo sí es sí', se han tapado deliberadamente sus avances históricos con la ley trans y LGTBI, por los que ha sido linchada, y su resistencia a blanquear a la extrema derecha en sus intervenciones en el Congreso. Curiosamente, con su defenestración, Yolanda Díaz le ha hecho el juego a los barones del PSOE, a la ala carpetovetónica del Gobierno y a toda la derecha extrema y mediática que soñaba con cargarse a Irene desde el primer día de la legislatura: ni Margarita Robles ni Vox ni Ana Rosa Quintana hubieran podido imaginar que sería justamente una pretendida camarada quien les entregaría la cabeza con la que más soñaban. Porque tampoco hace falta ser Sherlock Holmes para descubrir que el destinatario último de toda esta salvaje montería ha sido Pablo Iglesias, alma y símbolo del único movimiento que intentó poner en cuestión el régimen del 78. La idea de los verdugos ha sido muy transparente y sencilla de descifrar: si cae Irene Montero, cae Pablo Iglesias, y si cae Pablo, cae definitivamente el 15M, y con él lo único que discutía de verdad el relato único de la transición feliz.

Y es que la violencia política desatada contra el último bastión de Podemos persigue en realidad sustituir la izquierda dura de Pablo por una izquierda blanda y que no incomode más al poder. Una nueva y educada izquierda, esta vez sí homologada por el sistema, que siga la hoja de ruta que ya enseñó Yolanda Díaz en el Gobierno, que se puso de perfil con el envío de armas a Ucrania, calló con las humillantes concesiones a Marruecos que buscaban desviar la incómoda inmigración y aun siendo vicepresidenta no encontró nunca una sola palabra, un solo gesto, para defender a su ministra Irene Montero del acoso inhumano al que fue sometida. Prueba de que Yolanda quiere contentar a un cierto 'establishment' es que, tras la ejecución sumaria, ha sido incapaz ni siquiera de escribir un triste tuit de agradecimiento a Irene Montero o Pablo Echenique por inmolarse por la causa, no fuera que se incomodara alguna corbata. Esta Yolanda que tantos elogios recibe por ser educada y pactista se ha comportado con sus compañeros y compañeras inmolados como una auténtica canalla. La sonrisa de Yolanda: fuerte con los débiles, débil con los fuertes.

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