Todo el poder a Yolanda
Sería un disparate que Podemos y Sumar concurrieran por separado, pero también que los morados no entiendan la necesidad de dar el poder a Díaz para que vaya a las elecciones sin demasiados pesos muertos en sus listas
Joaquim Coll
Historiador
Los partidos que encarnaron a partir de 2015 lo que vino a denominarse “la nueva política”, Podemos y Ciudadanos, han muerto. Los naranjas han renunciado a presentarse a las próximas generales tras desaparecer del mapa local y autonómico, mientras los morados, protagonistas del primer Gobierno de coalición, luchan ahora mismo por encontrar un buen acomodo dentro del nuevo espacio que lidera Yolanda Díaz, la figura que menos rechazo visceral provoca, cuya valoración se sitúa por encima de Pedro Sánchez o Núñez Feijóo. A los líderes de Podemos (Ione Belarra, Irene Montero y Pablo Echenique) les cuesta aceptar que ellos, en sí mismos, constituyen un problema en las urnas para la izquierda por la forma dogmática y crispada con la que han actuado. Su empecinamiento en algunos temas, por ejemplo, con la ley Trans, que ha dividido al movimiento feminista y dejado perplejo a mucho votante progresista, su incapacidad por reconocer errores en la ley del 'solo sí es sí', o su deslealtad con el Gobierno del que forman parte en asuntos como la guerra de Ucrania, ha generado mucho ruido para satisfacción de la derecha. Cuando Belarra ataca al propietario de Mercadona, Juan Roig, una de las empresas que mejor trata a los trabajadores, y propone la creación de economatos públicos, como si España fuera Venezuela, se descalifica como ministra y alimenta la caricatura que de la coalición hacen Feijóo y Santiago Abascal.
Sería un disparate que Podemos y Sumar concurrieran por separado, pero también que los morados no entiendan la necesidad de dar todo el poder a Díaz para que vaya a las elecciones sin demasiados pesos muertos en sus listas. Los ciudadanos no están descontentos con el grueso de las políticas del Gobierno Sánchez, pero por desgracia el argumento de echar a alguien suele ser más movilizador en política que el de conservar las conquistas. La derecha está sobreexcitada con la idea de acabar con el 'sanchismo', un artefacto argumental populista con el que acomplejar al PSOE. En las próximas semanas, la izquierda necesita concentrarse en hacer valer lo que de verdad importa.
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