Limón & Vinagre

Juana Dolores, la hija de la mujer de la limpieza

Ella mantiene que sufre ostracismo y asegura que le gusta vacilar con glamur, calzada con botas camperas y con una chulería que "es el único privilegio masculino que me interesa"

Juana Dolores, en octubre de 2020.

Juana Dolores, en octubre de 2020.

Josep Maria Fonalleras

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La repentina arenga de Juana Dolores, hace unos días, en el programa de Xavier Graset ha levantado mucha polvareda. Ha habido reacciones de todo tipo, desde los que se indignaban por las cosas que decía, y por el tono beligerante y provocativo (el deseo de que un meteorito se llevara al “puto viejo” de Xavier Trias, entre otras perlas, o a la Llibreria Ona), hasta quienes alababan la valentía de hacer un discurso arrollador y antisistema en una cadena como TV3.

Ante todo, antes de tomar partido, hay que alabar la entereza de Graset, que dejó que Juana Dolores se desbravase sin interrumpir la bravata (acotando solo los más evidentes improperios) y ofreciéndole el recitado de un poema, que es lo que la poeta hizo. El alarde de la bravura en tono amenazante de esta chica nacida en El Prat de Llobregat hace 30 años no es ninguna novedad: forma parte de su forma de ser y de actuar desde que se hizo famosa, en los ambientes culturales, cuando ganó, con 'Bijuteria', el premio Amadeu Oller de poesía, uno de los galardones que facilitan el salvoconducto para atravesar la frontera de las nuevas adquisiciones de la literatura catalana.

Entonces, en 2020, hace cuatro días, la actriz, dramaturga, directora de escena, poeta y videoartista fue recibida con grandes elogios (“no es un bluf”, dijo el crítico Julià Guillamon) y fue percibida como la “charnega, anticapitalista de extrarradio y feminista” (eso lo dijo ella misma) que hacía falta en la escena de las letras de este país. Poco después, en una entrevista en la revista digital 'Núvol', se quejaba de la “condescendencia” que recibía y recalcaba que no escribía poemas para salvar al catalán, sino “porque soy poeta”.

Desde entonces, ha ido conformando un universo contradictorio que se basa en dos reivindicaciones, la de clase y la del 'brilli-brilli', una tensión que ella defiende como creativa entre la ideología y la belleza. Dispuesta, como se vio con Graset, al discurso panfletario y “marxista-leninista no ortodoxo”, pero también al rechazo de la clase trabajadora como un ente con “pobrecitos y desvalidos” a partir del concepto que preside su poética: “Una tía con dos cojones que viste genial”. Juana Dolores considera que "es estético un cuerpo desnudo con calcetines Adidas, zapatos rojos de tacón, dos trenzas, unos collares dorados y una diadema blanca de comunión" y reivindica que "la máxima transgresión en arte es hacerlo bien" y lo practica a través de la desnudez, porque le gusta desnudarse: "es mi línea de trabajo y mi estética".

Es hija de una mujer de la limpieza, María del Reposo Casanova Pérez, a la que rindió homenaje en un corto ('Limpieza') que es su mejor aportación artística, la más genuina y sincera, producido durante la pandemia, un grito a favor de la dignidad de las personas que limpian, con una frase de la madre que lo resume todo: "A quienes no valoran el trabajo de limpiar como cualquier otro les diría que son unos incultos".

Tras “muchos líos y malas decisiones”, decidió que debía disponer de herramientas para concretar el “desarrollo de una sensibilidad artística de la hija de una mujer que limpia casas” y se matriculó en el Institut del Teatre y en los Estudios Literarios de la UB. Y apostó por apropiarse de “todo lo que aparentemente no pertenece a mi clase”. Así se convirtió, según ella misma confiesa, en la “elite cultural e intelectual proletaria que auguró Pasolini”.

En '#JUANA DOLORES# demasiado diva para un movimiento asambleario', su primer espectáculo en solitario, exhibía “el dolor del individuo frente a la comunidad como un deseo de ser sexualizado” y, después, con 'HIT ME IF I'M PRETTY', protagonizando una sesión de sexo oral de un cuarto de hora, desarrollaba la tesis que, de hecho, la define: le gusta sacrificarse para enseñarse como objeto de deseo. Por eso, con Graset, "sacrificó" su condición de escritora para enseñar la de militante. Su sufrimiento, la rabia y la frustración, al servicio de la belleza (todo esto es una paráfrasis de lo que piensa). Ella mantiene que sufre ostracismo (pero todo el mundo habla de ella y salió junto a Almodóvar en la portada de 'La Vanguardia' del día de Sant Jordi) y asegura que le gusta vacilar con glamur, calzada con botas camperas y con una chulería que "es el único privilegio masculino que me interesa". Todo ello, esta pose beligerante, “para defender mi único tesoro, mi talento”. Es una provocación (“el libre y consciente orgullo de ser y no ser”) ciertamente autocomplaciente.

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