Crisis en África

Indignación por Sudán

El 30% de los habitantes del país viven bajo el umbral de la pobreza y las perspectivas no son halagüeñas, porque el calentamiento global hace que falte agua y disminuyan las zonas aptas para cosechar

Combates en la capital de Sudán, Jartum

Combates en la capital de Sudán, Jartum / Europa Press/Contacto/Mohamed Khidir

Jorge Dezcallar

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Las guerras forman parte de la historia de la humanidad. Algunas son necesarias y otras incluso justas, como nos explicó san Agustín y nos recordó Obama hace unos años. Pero todas son malas porque las acaban sufriendo los de siempre, y también las hay estúpidas porque son producto de ambiciones personales como la de Ucrania, motivada por el nacionalismo de un líder con nostalgias imperiales, o como la actual guerra de Sudán, debida a la ambición de poder de dos caudillos, dos señores de la guerra (en realidad, son dos rufianes de la guerra) que quieren quedarse con el país como su finca particular mientras los sudaneses se mueren literalmente de hambre. 

Sudán es un país enorme del que se separó el sur porque tiene petróleo y algunos debieron pensar que así resultaría más manipulable. Durante años estuvo sometido a la tiranía de Omar al-Bashir, un sátrapa que flirteaba con terroristas e islamistas (dio refugio a Carlos y a Osama Bin Laden), hasta lograr entrar por mérito propio en la lista norteamericana de países que apoyan el terrorismo. Una revuelta popular le expulsó en 2019, abriendo paso al espejismo de un gobierno civil que frustraron los militares al-Burhan y Dagalo, alias Hemedti, los mismos que ahora, solo que entonces iban juntos y mintieron cuando prometieron entregar el poder a los civiles sin la menor intención de cumplir. Pero engañaron a Donald Trump, que sacó a Sudán de la lista infamante cuando Jartum ofreció establecer relaciones diplomáticas con Israel, que es lo que de verdad le importaba al americano. Y lo cierto es que pasar de esconder a Bin Laden a recibir a un embajador de Israel -si es que al final le reciben- es un cambio realmente positivo. Ahora las ambiciones de esos dos espadones han chocado, siguiendo el proverbio africano que afirma que dos cocodrilos machos no caben en la misma charca

Su comportamiento ha empeorado una situación que ya era muy mala pues, según la ONU, el Cuerno de África vive la peor crisis de los últimos cuarenta años, que ya es decir. El 30% de los habitantes de Sudán, que son 45 millones, viven bajo el umbral de la pobreza y las perspectivas a corto/medio plazo no son halagüeñas porque el calentamiento global hace que falte agua y disminuyan las zonas aptas para cosechar, y porque la invasión de Ucrania ha encarecido el precio de los fertilizantes y dificulta las exportaciones de grano. Y ahora la guerra hace que también falten agua potable y electricidad, una guerra que ya ha causado 500 muertos y 5.000 heridos, además de 300.000 desplazados internos, mientras muchos miles más tratan de escapar hacia países vecinos como Egipto, Chad, República Centroafricana o Etiopía. En Sudán hay además un millón de refugiados de las guerras de Siria, Yemen y Libia y es inevitable pensar que esas pobres gentes tenían que estar muy desesperadas para buscar un futuro mejor en Sudán. 

Hablamos todos los días de Ucrania y es comprensible, pero ¿saben ustedes que en la guerra entre Etiopía y Eritrea (2020-2022) hubo 600.000 muertos? Más que en nuestra guerra incivil. ¿O que en el Congo los intereses de unos y otros (coltán, diamantes, cobalto...) mantienen desde hace años abierto un conflicto que cada día se cobra vidas? A veces parece que África fuera invisible o que no queremos saber lo que allí pasa. Porque nos avergüenza. 

Apoyos interesados

Al-Burhan y Hemedti cuentan con apoyos externos interesados: Rusia, que quiere una base naval en el Mar Rojo; el Grupo Wagner, que quiere minas de oro, y el libio Haftar, que algo también querrá, apoyan a Hemedti, mientras Egipto respalda a Al-Burhan, que al parecer estudió con Al-Sisi. Dios los cría y ellos se juntan. Cuantos más metan la cuchara más difícil será encontrar soluciones, al tiempo que aumenta el riesgo de contagio a países vecinos. Esta semana se hablaba de un alto el fuego de siete días, aún sin confirmar, para que los dos espadones negocien un reparto de los despojos. 

Y como soñar es gratis y lo que sucede en Sudán es indignante, me gustaría que hubiera un Gobierno mundial capaz de enviar una fuerza militar que detuviera a estos dos individuos y los llevara ante el Tribunal Penal Internacional, que es donde deberían estar. Lo de ver allí una democracia no lo consigo ni en sueños. 

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