Institución
Editorial

Editorial

Los editoriales están elaborados por el equipo de Opinión de El Periódico y la dirección editorial

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La vigencia de las monarquías

Las monarquías solo tienen la posibilidad de seguir siendo útiles si son capaces de mantener conductas modélicas, de ahí nace su legitimidad más allá de los derechos hereditarios

Los reyes de España se han animado esta tarde a participar en una "cajoneada" popular, organizada a las puertas del Gran Teatro Falla de Cádiz, donde Felipe VI se ha sentado en un cajón flamenco junto a otros ciudadanos que estaban aprendiendo a tocar.

Los reyes de España se han animado esta tarde a participar en una "cajoneada" popular, organizada a las puertas del Gran Teatro Falla de Cádiz, donde Felipe VI se ha sentado en un cajón flamenco junto a otros ciudadanos que estaban aprendiendo a tocar. / EFE/Str

La muerte de Isabel II de Inglaterra dio paso a once días de conmemoraciones, con homenajes y cortejos fúnebres, desde el castillo de Balmoral, donde falleció el 8 de setiembre de 2022, hasta el funeral de Estado en Westminster, el 19 de setiembre. Ahora, ocho meses después, Carlos III será coronado en la misma abadía de Londres, el marco que acogió también la coronación de su madre hace ya siete décadas. Asistiremos a otra catedral emocional, en expresión del filósofo Michel Lacroix, con más de 2.000 invitados, entre ellos los Reyes de España, Felipe VI y Letizia.

No se puede identificar la pompa y circunstancia que rodeará la coronación del nuevo rey con un acto político de adhesión a la monarquía. La muerte de Isabel II representó el «fin de una era», como resumió 'The Guardian', que apuntó ya entonces: «Seamos lo suficientemente sensatos, como nación cambiada y cambiante, para reconocer que la monarquía cambiará y debe cambiar. Estos serán días de solemnidad. Pronto será el momento adecuado para debatir estas cuestiones con serenidad, sin descartar nada y, a ser posible, sin el autoengaño hipnótico que tantas veces ha rodeado el tema».

Si esta reflexión es válida para la monarquía británica, con mayor solidez que la española pero ahora también zaherida por los excesos de algunos de sus miembros, también lo es para nuestra monarquía parlamentaria que afronta la tarea de pervivir como un instrumento eficaz para seguir moderando y arbitrando el regular funcionamiento de las instituciones, según el mandato constitucional. El principal reto de Felipe VI no es tanto sortear la descapitalización de la institución que ha provocado la conducta del rey emérito –ha dilapidado el capital que acumuló en la Transición–, como hacer de la necesidad virtud: pasar de una táctica defensiva a una estrategia ofensiva para renovar el consenso sobre la Corona.

Es verdad, como dijimos a raíz de la nueva visita de Juan Carlos I a Sanxenxo, que era de resaltar que Felipe VI hiciera coincidir la llegada de su padre con un discurso en Ronda el que recordó que liderar una institución requiere ser un ejemplo y una referencia ética. También es cierto que la monarquía debe cambiar para poder sintonizar con las nuevas generaciones. Para ello, se necesita el concurso de las principales fuerzas parlamentarias para abordar el debate «con serenidad» y «sin el autoengaño hipnótico» que ha rodeado un tema hasta ahora tabú. 

Utilidad

Son muchos los argumentos que se pueden esgrimir para seguir defendiendo que la monarquía parlamentaria es todavía una institución útil. Entre ellos, los riesgos que afrontan hoy las repúblicas presidencialistas, como es el caso paradigmático de Francia, donde el presidente Macron está siendo incapaz de cohabitar con una Asamblea Nacional sin mayoría absoluta. Los regímenes parlamentarios, de representación proporcional, se están mostrando más flexibles a la hora de administrar la complejidad social y la diversidad territorial de sus países.

Hay que profundizar en la democracia. Las monarquías solo tienen la posibilidad de seguir siendo útiles si son capaces de mantener conductas modélicas, de ahí nace su legitimidad más allá de los derechos hereditarios. Si Felipe VI consigue recuperar ese prestigio habrá pasado su reválida por encima de un debate que un día u otro habrá que hacer.