Golpe franco

Aquella vez que Martino...

Tata Martino: "Lo mío en el Barça fue un fracaso total"

Martino, en el Camp Nou el día del partido decisivo en el que el Barça perdió la Liga ante el Atlético

Martino, en el Camp Nou el día del partido decisivo en el que el Barça perdió la Liga ante el Atlético / AFP / QUIQUE GARCÍA

Juan Cruz

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El porvenir actúa en golpes de teatro. Esa frase, extraída de dos textos diferentes que él confrontó casi jugando, le sirvió a Fernando Arrabal para poner en marcha unos de los más originales desafíos del teatro moderno, el Movimiento Pánico. Y eso, el azar, es lo que me lleva ahora a recordar a uno de los más olvidables entrenadores del Fútbol Barcelona, el Tata Martino. Sufrió entre nosotros el hecho, por otra parte glorioso, de ser argentino en la época en que sólo un argentino, Lionel Messi, estaba llamado a pasar a la historia perenne del Barcelona. Era la temporada 2013-14. Ahora, cuando lo reclaman en las gradas, con esa patética elección del minuto 10 para evocar el fantasma del 10, nada evoca, naturalmente a aquel argentino entristecido por las derrotas y también por la incomprensión que siguió al deseo de que él fuera casi gemelo de su pupilo.

Aquel Tata Martino que a duras penas sufrió la historia azulgrana como una lluvia fina de furia y de tristeza, la que él protagonizaba, perdió una Liga que el Barcelona tenía que haber ganado una tarde como estas de ahora, en que todo parece hecho para ganar, pero todo conspira para que suframos. En aquel entonces, el Barça-Atlético de Madrid, era una clave del campeonato que ahora tenemos (casi) ganado, y allí se plantaron, frente a frente, como el de la canción del gallo republicano, los dos argentinos de entonces, el Cholo y Martino. Fue un partido cansino, que yo vi en la casa de Beatriz de Moura, la gran editora de Tusquets, felizmente entre nosotros, con uno de los grandes desaparecidos de la buena historia de la cultura, Jorge Wagensberg, que miraba el partido de medio lado, como hacen los sabios escépticos en materia de balompié. 

Esperando el día de Sant Jordi

Yo estaba allí, como ahora, me parece que esperando el Godot de la cultura literaria anual, el día de Sant Jordi, y esa noche jugaban los dos equipos, el Atlético y el Barça, “los dos gallos frente a frente”. El Tata Martino había dispuesto bien sus piezas, y no lo había hecho peor el Atlético, pero este equipo le ganó al Barça. El árbitro de entonces concedió un gol que él mismo dijo luego que no era, y aquel Barça que esperábamos campeón se quedó llorando en casa una derrota que no tenía por qué haber sido. Pasó el tiempo y eso se supo. En las actuales circunstancias, tan desfavorables para la actual historia del equipo azulgrana, nadie (al menos que yo haya visto) mete ese episodio en la historia arbitral de la que tanto se habla.

Recuerdo que después de aquel partido me tocó ir a Barcelona a cumplir con el deber más triste de las vidas, despedir a un amigo escritor. Esperé cerca de donde se despedía el duelo y de pronto vi subir, las manos detrás, su semblante en el suelo, su soledad abrazando sus pasos, al Tata Martino. Entonces me salí de la fila de los que esperaban y me acerqué a él para expresarle mi aprecio y mi respeto, pues él estaba signado por aquella derrota y me parecía que jamás había visto a alguien tan triste subiendo una calle. Aún era del Barcelona, y yo lo veía como uno de los nuestros, sufridor como tantos de episodios de los que habíamos vivido desde que Ramallets y Kubala, por ejemplo, sufrieron en Berna la primera lección dura de la larga saga de la Champions.

Entonces Martino estrechó mi mano, yo estreché la suya, y le deseé suerte para el futuro, en el que ahora estamos. Hoy se produce uno de esos tiempos que la vida pone en el camino para que el Barça renueve, o posponga, sus alegrías. 

Nadie tiene por qué saberlo, pero si digo aquí que me alegraría que el Barça gane hoy este partido de esta tarde, que no sea otra vez un empate amargo, será también en memoria (y le deseo larga vida feliz) de aquel argentino triste que entonces fue, espero que ahora no, el Tata Martino.