Tecnología y medio ambiente

Verde que te quiero verde. ¿Cuál es la huella ambiental de la IA?

Ser más digitales, hoy, no implica que el uso extensivo de estas tecnologías tenga un impacto ambiental neutro

La IA impulsa la inteligencia humana.

La IA impulsa la inteligencia humana. / Placidplace en Pixabay.

Ulises Cortés

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El profesor Manel Poch, de la Universitat de Girona, señala que la facilidad para abrir el grifo y que haya disponible agua potable de la mejor calidad a precios bajos y subvencionados -menos de un céntimo por litro- nos hace olvidar la infraestructura que ello requiere y su costo. Solo la actual sequía vuelve a llamarnos la atención sobre este recurso tan precioso. Lo mismo ocurre con los costes de usar Internet y las aplicaciones informáticas asociadas, de las que pensamos que son casi gratuitas y que no tienen un efecto en el ambiente.

Las tecnologías basadas en la Inteligencia Artificial (IA) tienen un tremendo potencial para apoyar una acción climática positiva. Estas tecnologías son compatibles con la transición ecológica, desde la tecnología de gemelos digitales que intenta modelar un edificio, una ciudad o la Tierra hasta algoritmos para hacer que los centros de datos tengan un consumo energético óptimo usando energías renovables. Sin embargo, los sistemas basados en la IA también plantean problemas de sostenibilidad relacionados con los recursos naturales que consumen, como la electricidad y el agua, y las emisiones de carbono que producen. El auge del aprendizaje profundo (Deep Learning) y las aplicaciones de los grandes modelos de lenguaje (Large Language Models) -como el ya famoso ChatGPT- también han aumentado drásticamente la cantidad de cómputo necesaria para entrenarlos y, luego, para mantenerlos en funcionamiento. Algunas de ellas atienden a cientos de millones de usuarios cada una. Por ejemplo, el consumo de electricidad de ChatGPT en enero de 2023 estuvo entre 1.168.200 KWh y 23.364.000 KWh, lo que es equivalente al consumo de unos 175.000 ciudadanos en el mismo periodo en EEUU. A estas cifras habría que añadir lo que cada usuario consumió al interactuar con esas aplicaciones.

Otros datos que pueden ayudarnos a comprender el impacto ambiental es que más del 80% de los sistemas que se entrenan usando el Deep Learning nunca llegan al mercado. Es decir, energía desperdiciada. Al igual que los centros de supercomputación, las grandes tecnológicas están explorando soluciones a los impactos ambientales, como es el uso intensivo de fuentes de energía renovable para alimentar el desarrollo y explotación de estos sistemas.

No somos conscientes de la relación entre el uso de las tecnologías digitales y su efecto ambiental. Ser más digitales, hoy, no implica que el uso extensivo de estas tecnologías tenga un impacto ambiental neutro y, por tanto, que como sociedad seamos más verdes. A medida que aumentan la investigación y el uso generalizado de los sistemas inteligentes, los gobiernos, legisladores y ciudadanos deben comprender los impactos ambientales de la IA para tomar decisiones basadas en las evidencias ya notorias. Esto nos plantea como sociedad una pregunta: ¿hasta qué punto vale la pena la huella ambiental que causa el uso de las aplicaciones inteligentes?

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