Análisis

La crisis pasa factura política a la UE

La presidenta del Partido Finlandés, Riikka Purra, se dirige a sus seguidores durante un mitin de campaña electoral en Tikkurila, Vantaa, Finlandia , el 1 de abril de 2023, antes de las elecciones parlamentarias finlandesas del 2 de abril. (Foto de Antti Aimo-Koivisto / LEHTIKUVA / AFP) / Finlandia AFUERA

La presidenta del Partido Finlandés, Riikka Purra, se dirige a sus seguidores durante un mitin de campaña electoral en Tikkurila, Vantaa, Finlandia , el 1 de abril de 2023, antes de las elecciones parlamentarias finlandesas del 2 de abril. (Foto de Antti Aimo-Koivisto / LEHTIKUVA / AFP) / Finlandia AFUERA / Antti Aimo-Koivisto / AFP

Eliseo Oliveras

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 La crisis económica, la pérdida de poder adquisitivo y el agravamiento de la desigualdad pasan factura a los partidos gobernantes en las sucesivas elecciones que se celebran en la Unión Europea (UE). Al mismo tiempo, la ultraderecha logra capitalizar el malestar de quienes consideran que sus dificultades cotidianas son ignoradas por los gobiernos y partidos tradicionales, con la paradoja de que los programas económicos reales de esos partidos de extrema derecha perjudican a las clases populares que dicen defender. Finlandia es el nuevo y último ejemplo de esta tendencia, que viene repitiéndose en las elecciones legislativas (Italia, Suecia) y regionales de los Veintisiete (Alemania, Austria, Países Bajos).

La hasta ahora primera ministra socialdemócrata finlandesa, Sanna Marin, perdió las elecciones legislativas del 2 de abril, pese a su popularidad y pese a ganar tres escaños adicionales. El Partido Socialdemócrata (SDP), con el 19,9% de los votos, quedó relegado a tercer fuerza, por detrás de los conservadores de Coalición Nacional (NCP) y del ultraderechista Partido de los Finlandeses, que obtuvieron el 20,8% y el 20,1% de los votos. Los demás socios del gobierno saliente ––Partido de Centro, Liga Verde, Alianza de Izquierda y el liberal Partido Popular Sueco de Finlandia–– perdieron globalmente 20 escaños en un Parlamento de 200 diputados.

Sanna Marin, pese a haber pilotado con éxito la crisis de seguridad creada por la invasión rusa de Ucrania y haber logrado el rápido ingreso de Finlandia en la OTAN con la garantía de defensa que comporta, fue derrotada por el deterioro económico y el disparo del precio de los alimentos y la energía. La economía finlandesa está en recesión, con una contracción del producto interior bruto (PIB) del 0,1% en el tercer trimestre de 2002 y del 0,6 en el cuarto trimestre. La Comisión Europea prevé que Finlandia podría crecer el 0,2% en el conjunto de este año si se materializa una recuperación en el cuarto trimestre de 2023.

Una investigación de la televisión pública finlandesa del 13 de marzo confirmó que el sistema de precios mayorista de la electricidad en la UE era el responsable de que el precio de la luz se hubiera multiplicado por siete en el país durante 2022. La investigación destacó que ese sistema marginalista (la fuente de generación más cara fija el precio) sólo beneficiaba a las compañías energéticas con ganancias desmedidas. El Gobierno finlandés se había destacado, junto al alemán y a la Comisión Europea, por su oposición frontal a la reforma del mecanismo de precios eléctricos, pese al constatado daño causado a la UE desde junio de 2021.

El éxito electoral del Partido de los Finlandeses y de otras fuerzas ultras en la UE se basa en su habilidad para captar el voto de protesta y descontento, al enfatizar con discursos populistas los problemas de los ciudadanos, la desatención gubernamental y los servicios que no funcionan. Pero esa instrumentalización del descontento contrasta con la realidad de sus programas económicos ultraliberales a favor de rebajar los impuestos, lo que obliga a recortar el gasto público, además de sus planteamientos autoritarios y contra los inmigrantes.

Éste es un rasgo compartido no sólo por el Partido de los Finlandeses y los Demócratas de Suecia (segundas fuerzas políticas de sus países), sino también por Hermanos de Italia y la Liga, que gobiernan Italia, y por el Partido de la Libertad de Austria, que ha participado repetidamente en el gobierno. Un programa económico ultraliberal se esconde asimismo detrás de los discursos de Vox en España, del Reagrupamiento Nacional francés de Marine Le Pen, de la Alternativa para Alemania (AfD) y del nuevo Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB) holandés, que arrasó en las recientes elecciones provinciales y que será la primera fuerza política del Senado de los Países Bajos.

Los ultraderechistas partidos gobernantes en Polonia, Ley y Justicia (PiS), y en Hungría, Fidesz, son los únicos han adoptado medidas sociales efectivas, con las generosas ayudas familiares y subsidios por cada hijo, gracias a las cuales ha mejorado el nivel de vida de la mayoría de sus hogares. Pero la extrema derecha sólo promueve este tipo de ayudas en países que rechazan a los inmigrantes y solicitantes de asilo no europeos, como Polonia y Hungría. Por el contrario, en los países con elevado porcentaje de inmigrantes no europeos, los dirigentes de la ultraderecha, como Marine Le Pen, defienden recortar esas ayudas para los extranjeros.   

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