Referéndum compasivo

La calle de Borrell era un peligro

Junqueras podrá visitar la Pobla sin riesgo, nada en el callejero le va a recordar a la persona que le dejó como un inútil ante millones de catalanes

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / Leonard Beard

Albert Soler

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Es una suerte que en la Pobla de Segur haya 250 ciudadanos con un mínimo de piedad, que han decidido eliminar la calle de Josep Borrell. A partir de ahora se llamará 1 d’Octubre -la calle, no Borrell, que seguirá llamándose Josep-, aunque eso da igual, como si le quieren poner calle de 7 de Julio San Fermín, de lo que se trataba era de extirpar a Borrell del callejero, por una cuestión de misericordia. Misericordia hacia Oriol Junqueras, a quien la sola visión del nombre de Borrell le trae a la memoria el infausto día en que aceptó debatir con este -en televisión y en 'prime time'- sobre economía, y debía evitarse que, paseando por la Pobla, alzara la vista, lo viera escrito, y entrara de nuevo en depresión.

En su hogar y en ERC, su partido, no hay problema, ahí todo el mundo está al quite, y en cuanto sale Borrell en las noticias apagan el televisor o recortan del periódico los artículos en que se habla del mismo. Pero mantener el nombre de Borrell en una calle era un peligro, cualquier día Junqueras podía visitar la Pobla de Segur y, al doblar una esquina, ver en una placa el nombre de quien lo ridiculizó en público; y hala, de nuevo los lloros, el bochorno y las pataletas, cuando ya casi había superado su complejo de inferioridad. Por fortuna, 250 ciudadanos ejemplares, demostrando compasión, han salido en su ayuda. El líder republicano podrá visitar la Pobla sin riesgo, nada en el callejero le va a recordar que Borrell le dejó como un inútil ante millones de catalanes.

A Junqueras, un profesor de historia del montón, lo nombraron 'conseller' de Economía por su aspecto. En Catalunya, los 'consellers' de Economía deben aparentar estar bien alimentados; quien sabe administrar las finanzas de su casa para llenarse bien el buche, sabrá más o menos sumar y restar, cosa que basta para llevar las cuentas del Governet. Junqueras cumplía los requisitos, incluso los superaba: su volumen daba, no para uno, sino para tres 'consellers' de Economía. Lo que ocurrió es que el gris historiador creyó que el hábito hace al monje, y que con el solo nombramiento quedaba imbuido de conocimiento. Así que se presentó en el plató dispuesto a debatir de números con Borrell, que es ingeniero, economista, matemático y también un poco sádico, según se deduce de cómo disfrutó masacrando a su oponente hasta dejarlo al borde de las lágrimas.

Cuentan que, aquella noche, Junqueras se fue a la cama sin repetir ningún plato de la cena y sin comerse el postre, pero eso tiene que ser leyenda. Tengo guardado el vídeo, me sirve para convencer a mi hijo Ernest de que, si no estudia, el día de mañana alguien puede hacerle un Junqueras; y después, venga a cambiar nombres de calles para intentar borrar el bochorno de la memoria colectiva y de la suya propia.

La decisión consistorial se ha tomado con retraso. Cierto que más vale tarde que nunca, pero hace ya muchos meses que el preso Junqueras está en libertad. Solo la suerte ha evitado que tropezara con la innombrable calle. Con lo bien que vivía en la cárcel, sin ninguna galería que se llamara Borrell. No es casual que el actual alcalde de la población sea también de ERC, él mejor que nadie sabía del peligro para la integridad psíquica de Junqueras que suponía la calle de Josep Borrell. Convocó un referéndum suponiendo que por lo menos un par de centenares de ciudadanos se apiadarían del líder republicano, como así fue. Nunca falta gente de buen corazón.

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