Artículo de Carles Francino

No sé si me gusta cuando callas

El auge del feminismo ha generado un sarpullido machista y reaccionario que tiene en la selva digital su mejor abrevadero

El poeta chileno Pablo Neruda, en Budapest en mayo de 1956.

El poeta chileno Pablo Neruda, en Budapest en mayo de 1956.

Carles Francino

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“Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar, indefectiblemente te encontrarás a ti mismo; y esa, solo esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”. Pablo Neruda dejó escritas estas palabras, aunque ignoro si cumplió la profecía y si en ese momento pesó más su hermosísima obra poética o las barrabasadas que cometió con algunas mujeres. Pero igual le habría servido leer 'No lo haré bien' (“Cómo aprendimos las mujeres a no confiar en nosotras mismas”), para admitir que los hombres -unos más que otros- llevamos desde tiempo inmemorial subidos a la chepa de ellas; y provocando, entre otros efectos nefastos, una auténtica pandemia de inseguridad, baja autoestima y falta de confianza. La periodista Emma Vallespinós descubrió hace tiempo que su miedo a hablar en público, su temor a significarse -aunque fuera para bien-, o el pánico a meter la pata no formaban parte de ninguna tara personal. El virus estaba extendido por todas las capas de edad y condición. Ana María Matute pidió benevolencia del público antes del discurso como ganadora del premio Cervantes; Michelle Obama confesó, ya como primera dama y significada activista, sentir el síndrome de la impostora.

El libro de Emma parte de ese fenómeno y está escrito para enfadar; porque no descubre nada nuevo, pero la profusión de ejemplos, testimonios y datos históricos sobre la toxicidad del patriarcado resulta abrumador. Y los candados en Twitter de tantas y tantas mujeres, una prueba demoledora de que el auge del feminismo ha generado un sarpullido machista y reaccionario que tiene en la selva digital su mejor abrevadero. Por eso sería una lástima dejar que el 8-M quede malherido por las peleas sobre las leyes trans o del 'solo sí es sí'. Mejor rearmarse frente a esa contrarreforma de hombres enfadados y recordarles aquella pancarta: “somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar”. Lo cual, por cierto, no me parece incompatible con celebrar aquel verso de Neruda: ”me gusta cuando callas porque estás como ausente”. Podía ser un misógino y un malencarado, pero renunciar a su poesía sería una estupidez. Otra. 

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