Artículo de Annelies Broekman

Tenemos sequía, pero sobre todo sed crónica

Hay que reflexionar sobre nuestro modelo agrícola, urbanístico, turístico e industrial y cocrear cambios estructurales para reducir nuestra vulnerabilidad a la escasez de agua crónica que ya vivimos

El embalse de Rialb, en la Noguera, se encuentra por debajo del 10% de su capacidad en el episodio de sequía que afecta a Catalunya. La Noguera, Lleida. 15 08 22

El embalse de Rialb, en la Noguera, se encuentra por debajo del 10% de su capacidad en el episodio de sequía que afecta a Catalunya. La Noguera, Lleida. 15 08 22 / Jordi V. Pou

Annelies Broekman

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Hoy en día existe cierta confusión entre los conceptos de sequía y de escasez de agua. Una visión miope que nos aboca a poner el foco en la sequía en lugar de ponerlo en el problema real: la sed crónica de agua que tiene nuestro modelo de desarrollo insostenible.

La sequía es un fenómeno natural en el clima mediterráneo que se da de forma periódica por la carencia de lluvias y que ahora está exacerbada por el cambio climático. La escasez de agua, en cambio, se da cuando no hay agua disponible por los diferentes usos (agrícolas, industriales, turísticos, etc), unos usos que de forma incesante se encuentran por encima de los recursos naturales disponibles. ¿Cómo afrontamos este problema crónico?

Por un lado, nos ayuda la tecnología en la producción de agua (reutilización y desalación) y ser capaces de afrontar picos o momentos extremos, como los que estamos viviendo. Ahora bien, esta estrategia puntual no puede ser la estrategia definitiva para gestionar la oferta de agua en todo el territorio, es demasiado cara desde el punto de vista ambiental, económico y sobre todo de justicia social. Además, es demasiado débil si sabemos que la sed de agua no parará de crecer y que todos los recursos energéticos menguarán. ¿Cuál es la alternativa entonces? La ciencia y la ecología nos dan pistas que no podemos subestimar. En primer lugar, hay que proteger urgentemente las fuentes de agua naturales que todavía tenemos, los ríos y los acuíferos. Esta sí que es una estrategia a largo plazo capaz de abastecernos de agua. Para hacerlo, habrá que dejar de ocupar espacios fluviales o de drenaje, e impulsar estrategias de restauración a muchas escalas: descontaminar acuíferos, reducir su sobrexplotación, proteger las zonas de recarga, establecer caudales ambientales adecuados, recuperar zonas húmedas y restaurar rieras. Reconocer y poner en valor la naturaleza como fuente natural de agua debe ir en paralelo con un cambio en el uso y abuso que hacemos del agua. En este sentido, hay que parar esta sed insaciable, frenar la demanda y ser consciente del modelo socio-económico que mantenemos por encima de nuestras posibilidades. 

Hay que reflexionar sobre nuestro modelo agrícola, urbanístico, turístico e industrial y cocrear cambios estructurales para reducir nuestra vulnerabilidad a la escasez de agua crónica que ya vivimos. Esto requiere una visión global de cada cuenca, una planificación integrada, que tenga en cuenta que cada sistema hidrológico es un sistema hidro-social único, con valores y funciones del agua muy diferentes y con una ciudadanía que tendrá que disponer de agua con unas tarifas justas.

Saciar la sed crónica que vivimos en Catalunya es posible. Empecemos respetando el agua y la vida de nuestros ríos y acuíferos, y cuestionémonos el agua que necesitamos y la economía que queremos, que no traspase nuestra capacidad de carga. Pero sobre todo, hagámoslo todo entre todos, moviendo este cambio desde cada cuenca de Catalunya, en espacios de diálogo y gobernanza donde todas las personas puedan participar. Si lo hacemos así, el cambio será posible.

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