La campaña militar (88) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

La batalla de Bajmut, ¿hasta cuándo?

Rusia tiene urgencia por lograr resultados positivos, al menos procurando tener el Donbás bajo su control, consciente de que muy pronto Ucrania estará en condiciones de aumentar su ventaja tecnológica

La vida en Bajmut, una de las ciudades ucranianas que más están sufriendo los bombardeos rusos

La vida en Bajmut, una de las ciudades ucranianas que más están sufriendo los bombardeos rusos / SAMEER AL-DOUMY/AFP

Jesús A. Núñez Villaverde

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Calificada sin rodeos como “una picadora de carne” por el alto número de bajas que están sufriendo ambos bandos desde hace semanas, la batalla de Bajmut (Donetsk) se ha convertido en un tema altamente polémico. Mientras hay quien opina que la posición ucraniana resulta insostenible y que, por lo tanto, Zelenski debería ordenar la retirada antes de que las unidades allí ubicadas acaben diezmadas o queden embolsadas, otros argumentan que su defensa sigue teniendo sentido a pesar del alto coste que Kiev está asumiendo.

Lo que en primer lugar está en juego, sin olvidar nunca el tremendo coste en vidas humanas, es que la caída de Bajmut en manos rusas tendría de inmediato un efecto negativo en la moral ucraniana y le serviría a Putin para “venderla” como una victoria que indicaría la recuperación de la iniciativa rusa en el campo de batalla. Y aunque esa sería una interpretación muy forzada de la realidad y a pesar de que la ciudad no tiene en sí misma una gran significación estratégica para el desarrollo futuro de la guerra, sería imposible evitar el impacto negativo para Kiev tras haberse empeñado tan notoriamente en su defensa.

Una defensa que no solo ha resistido hasta ahora los reiterados ataques rusos, sino que ha obligado a Moscú ha modificar sus planes. De hecho, se estima que en su intento por conquistar Bajmut las tropas atacantes han acumulado al menos 20.000 bajas y tan solo han conseguido avanzar cuatro kilómetros en el último mes (12 en los últimos seis meses). En ese empeño han tenido que emplear no solamente al grupo mercenario Wagner, sino también a unidades que, en principio, estaban destinadas a otros cometidos. Y es ahí donde cobra sentido el enorme sacrificio que están realizando los defensores de Bajmut. Por un lado, porque, al fijar a un mayor número de unidades enemigas en esa ofensiva, impiden que esas fuerzas puedan ser empleadas en otros frentes; o, lo que es lo mismo, dificultan los planes rusos de contar con unidades suficientes para lanzar una ofensiva general en todo el frente que permita a Rusia el control del Donbás. Por otro, porque eso permite a Kiev ganar tiempo para que acaben llegando a sus manos los suministros comprometidos por sus aliados occidentales y para que sus soldados terminen por completar el periodo de instrucción que les permita, posteriormente, lanzar una ofensiva que le facilite la recuperación de más territorio perdido desde el inicio de la invasión, hace ya un año.

Eso lleva, asimismo, a que sea ahora Rusia quien tenga urgencia por lograr resultados positivos, al menos procurando tener el Donbás bajo su control, consciente de que muy pronto Ucrania estará en condiciones de aumentar su ventaja tecnológica con los aportes de material como el que el Grupo de Contacto de Ramstein acaba de acordar. Unas prisas que, como también muestra el asalto a Vuhledar (Donetsk), tampoco le están deparando buenas noticias. De hecho, el ataque iniciado el pasado 24 de enero se ha convertido igualmente en un revés incuestionable. Tras un primer avance a campo abierto con cuatro brigadas en línea (incluyendo un regimiento de Spetnaz), los defensores ucranianos lograron forzar su retirada, provocando unas 5.000 bajas entre sus filas, hasta las posiciones iniciales.

De ese modo puede entenderse que casos como los de Bajmut y Vuhledar indican tanto que Moscú ya ha iniciado su esperada ofensiva de invierno, tratando de alcanzar posiciones de ventaja, como que Kiev trata de desbaratarla mientras prepara la suya para la primavera.

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