610,8 km | Artículo de Martí Saballs

Las elecciones generales del sí o sí

¿Qué ocurre cuando manda la indefinición económica, la sensación de no interpretar muy bien la dirección?

pedro sanchez irene montero ione belarra

pedro sanchez irene montero ione belarra / Emilio Naranjo / EFE

Martí Saballs Pons

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Si todo ocurre según lo previsto, dentro de 10 meses estaremos de resaca electoral. La noche del 10 de diciembre, fecha límite y esperada de las próximas elecciones generales, conoceremos la composición de las próximas Cortes.

Salvo un inesperado cataclismo de la coalición de Gobierno o debido a causas impredecibles que obliguen a adelantarlas mucho antes de tiempo, la campaña electoral coincidirá con la presidencia española de la Unión Europea. Desde el 1 de julio hasta el 31 de diciembre, por quinta vez en su historia, España tendrá este honor. Antes, el 28 de mayo, habrá habido comicios municipales y autonómicos.

El baile de comisarios y líderes europeos por todo el país en reuniones, conferencias y mesas de todos los perímetros será constante. Oiremos hablar del futuro de Europa hasta en la sopa. Serán grandes tiempos para la propaganda gubernamental que, según como se use, puede rebotar en contra de Pedro Sánchez, a quien se le ve siempre a sus anchas codeándose con sus pares. No es lo mismo sentarse con Emmanuel Macron, Ursula von der Leyen o recibir a Volodímir Zelenski, que hacerlo con las ministras Irene Montero o Ione Belarra en el Consejo de Ministros. Hay que aguantar de todo y Sánchez, por lo que ha dicho, está dispuesto a resistir estas compañías que han demostrado su incapacidad para ser ministras de la cuarta potencia económica de la UE hasta el final.

Todo es posible. Los errores monumentales en las predicciones han sido constantes. Hace tres años, a estas alturas, aún veíamos la pandemia iniciada en China y que había aterrizado ya en Italia como algo lejano. La empezamos a tomar algo en serio a partir del 12 de febrero de 2020, fecha en que se decidió suspender el Mobile World Congress. Hace un año, también a estas alturas, muy pocos creían en los tambores que amenazaban con la invasión rusa de Ucrania. La tragedia sigue y va camino de intensificarse con una escalada cuyas consecuencias son desconocidas.

Los organismos internacionales y las mejores casas de análisis varían las expectativas económicas de un día para otro. En seis meses hemos pasado de un consenso que estimaba la entrada en una etapa de dura estanflación (recesión más inflación galopante) a creer controlados los precios y asegurar la recuperación económica. Hasta China, una de las dos locomotoras del planeta junto a EEUU, irá mejor y salvará el mercado de las materias primas.

Tanto cuando va bien como cuando va mal, el estado de los bolsillos y del empleo de los ciudadanos es decisivo a la hora de votar. Tanto para confirmar como para echar al Gobierno de turno. Pero ¿qué ocurre cuando manda la indefinición económica, la sensación de no interpretar muy bien la dirección? Ya no es la economía la que decide las elecciones. Otros elementos pueden acabar teniendo más peso. Y, salvo estos acontecimientos inesperados que puedan ocurrir, en las de 2023, otros factores mandarán. Sí o sí.  

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