Límites en TV-3
No debe extrañar que el director de TV-3, Sigfrid Gras, haya decidido cesar a Manel Vidal, colaborador del programa 'Zona Franca', como consecuencia de un gag suyo en el que se identificaba al PSC con una esvástica
Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
La libertad de expresión, en tanto que derecho fundamental, es un pilar del sistema democrático. Su defensa significa la aceptación de que se pueden expresar todas las ideas sin temor a ser censurado o a sufrir represalias aunque algunas de ellas resulten desagradables para un determinado colectivo. Y también significa el amparo de la producción y la creación artística, asumiendo incluso que la irreverencia y la mala educación son recursos muy socorridos en el ámbito del humor. No existe, en cambio un derecho a no sentirse ofendido aunque de ello no debe deducir que la libertad de expresión sea infinita. Existen ciertos limites que están vinculados al precisamente al ejercicio de otros derechos fundamentales, como son el derecho al honor, el derecho a la intimidad o el derecho a la propia imagen. Por ello, cuando existen conflictos entre la libertad de expresión y estos últimos, el derecho al honor es prevalente.
Por ello no debe extrañar que el director de TV-3, Sigfrid Gras, haya decidido cesar a Manel Vidal, colaborador del programa 'Zona Franca', como consecuencia de un gag suyo en el que se identificaba al PSC con una esvástica. Más allá de la escasa gracia y calidad artística del gag, algo que en ningún caso debe ser censurable más que por la audiencia, lo que sí que resulta inaceptable es que desde los medios de comunicación públicos que se dicen comprometidos con los principios éticos y democráticos se difunda un mensaje que compromete el honor y la imagen del PSC, un partido de probada solvencia democrática, que cuenta con una amplia representación parlamentaria y que representa a muchos ciudadanos. Ni del PSC ni de cualquier otro. El humor, aunque no necesariamente el inteligente, puede ser insolente e incluso faltón, pero hay límites que no se deben superar. Así lo ha dicho el nuevo director de TV-3, el primero, por cierto, elegido por medio de un concurso público. Bienvenidos sean él y sus nuevos y sanos criterios.
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