Apunte
Guerra de subvenciones
El fiasco inicial del Perte del coche eléctrico es un serio aviso de lo que puede pasar en Europa si no adapta con rapidez el marco de ayudas de Estado
Rosa María Sánchez
Redactora jefe
Premio Carlos Humanes de Periodismo Económico 2020. Máster Universitario en Investigación en Periodismo por la Universidad Complutense, en 2023. Profesora en el Título de Postgrado Especialista en Información Económica de la Universidad Nebrija. Colaboradora en RNE.
El fracaso inicial del Perte del vehículo eléctrico y conectado (Perte VEC), con el que el Gobierno pretendía hacer llegar casi 3.000 millones procedentes de los fondos europeos a la industria del motor para su modernización, es un serio aviso que muestra la urgente necesidad que tiene la Unión Europea de revolucionar su esquema de ayudas de Estado si no se quiere quedar en la cuneta de la carrera mundial por la industria verde.
Si el Gobierno español solo ha logrado asignar en subvenciones 877 millones del dinero previsto y no ha podido gastar –al menos por el momento- los otros 2.100 millones, no ha sido por falta de ganas. Ha sido, sobre todo, por la extrema rigidez de requisitos, plazos y responsabilidades que impone el marco europeo de ayudas públicas a las empresas. El Gobierno español ha bajado la pelota al suelo y ha anunciado que va a reformar el marco del Perte VEC para poder cumplir los objetivos marcados. Seguramente, el Gobierno no podría haber anunciado el jueves esta reforma sin haber contado antes con el compromiso de la Bruselas de una reforma total del marco de ayudas de Estado, tal como confirmó el martes en el Foro de Davos la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Ahora ya todo el mundo acepta que las reglas europeas están cargadas de exigencias, garantías y burocracias imposibles cuando se trata de estimular inversiones ágiles. No puede ser que una empresa tarde tres años en cobrar una ayuda, ha citado el ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire, como un ejemplo del despropósito. El órdago que ha lanzado EEUU con su plan de agresivas subvenciones para su industria verde al menos ha servido para remover a la Comisión Europea: primero vino el enfado; ahora parece que va a llegar la acción. Sin cambios, Europa quedará desarmada en la guerra de subvenciones que ya se está librando por el liderazgo de la revolución industrial limpia y renovable en el mundo.
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