Artículo de Jordi Puntí

Memoria de mis vientos tristes

Sea cierta o no la identificación de autor y personaje, funcione como venganza o como autohumillación para atraer la compasión de su exmujer, el cuento de Vargas Llosa da qué pensar

Vargas Preysler

Vargas Preysler / José Oliva

Jordi Puntí

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Este jueves leí el cuento de Mario Vargas Llosa, 'Vientos', que publicó el suplemento literario de este diario en su página web. Un recuadro decía que su lectura me iba a ocupar 30 minutos, pero yo tardé un poco más, 37 minutos, y creo saber por qué. El texto iba ilustrado con una foto de Vargas Llosa e Isabel Preysler, como anzuelo para la lectura, y se acompañaba de alguna referencia a la separación de la pareja. De esta forma, pese a que estaba leyendo una ficción, cada vez que el narrador se recreaba en detalles escatológicos, o se prestaba a un tono cascarrabias y lastimero consigo mismo, me detenía pensando en la decadencia de Vargas Llosa a sus 86 años. 

Sea cierta o no la identificación de autor y personaje, funcione como venganza o como autohumillación para atraer la compasión de su exmujer, el cuento da qué pensar. Shakira acaba de publicar una canción, 'Music Sessions 53', que nadie dudó en verla como un ataque personal a Gerard Piqué. En cambio, a lo largo de los siglos, la ficción literaria se ha ganado el derecho a la duda, al doble juego de subvertir la realidad. El Marcel narrador de 'En busca del tiempo perdido' era y no era Marcel Proust, por ejemplo. Hoy en día la novela testimonial y la autoficción, de Annie Ernaux a Knausgaard y tantos otros, ha difuminado las fronteras del yo, y ese refugio es intocable y además le permite al narrador todos los trampantojos que quiera, como bien sabe Vargas Llosa.  

Otro asunto es el escritor en su vejez, cuando la falta de pudor le puede llevar a escribir procacidades o juegos de viejo verde al límite de la verosimilitud. Lo vimos con Gabriel García Márquez con 'Memoria de mis putas tristes', e incluso con Philip Roth y su novela 'La humillación'. En todo caso, el juego entre personaje y autor no es extraño en Vargas Llosa, tal como demostró en la divertida 'La tía Julia y el escribidor'. Claro que años después la tía de verdad, Julia Urquidi, publicó un libro que quería dar su versión autobiográfica, 'Lo que Varguitas no dijo'. Nunca reeditado, hoy en día solo se encuentra en librerías de coleccionista y a precios imposibles. Por algo será.

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