Artículo de Albert Soler

La colonoscopia abre los ojos a Pablo Hasél

El insigne rapero se lamentó del trato “inhumano” que recibió en la prisión, pero debería dar gracias a que ha dado con sus huesos en una celda de estos tiempos

El rapero Pablo Hasél, durante en juicio en la Audiencia de Lleida.

El rapero Pablo Hasél, durante en juicio en la Audiencia de Lleida. / Lorena Sopena / Europa Press

Albert Soler

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Una colonoscopia es una cosa seria. A algunos les sirve para detectar una anomalía en el intestino y a otros, más afortunados, para darse cuenta de su insignificancia, de la suya propia, no del intestino ni de la colonoscopia. Es el caso de Pablo Hasél, de quien nadie se acordaba y gracias al tubo con cámara que pretendían introducirle por su orificio trasero, hemos caído en la cuenta de que sigue en la cárcel. Hasél fue un rapero adoptado como mascota por el lacismo, no porque a los lacistas les interesara lo más mínimo su suerte –no digamos sus presuntas canciones–, sino como pretexto para armar un poco de bronca callejera, ya saben, quemar un par de contenedores y lanzar una china a un coche de la policía, que ahí terminó la revolución. Ahora, ya ni para eso interesa, o sea que Hasél puede pudrirse en la cárcel esperando inútilmente que alguien alce la voz por él. Por suerte, la colonoscopia ha acudido en su auxilio y nos ha recordado que sigue preso. Cosa que tampoco importa a nadie, pero mira, por lo menos lo tenemos ubicado.

Hasél se negó a que le realizaran la prueba intestinal porque los agentes de policía querían asistir al evento, y eso sí que no, que una cosa es que te profanen el culo y la otra tener espectadores del acontecimiento. Cualquiera en su lugar hubiera reaccionado igual, a nadie le gusta tener a unos desconocidos en uniforme que no le quitan el ojo al ojo de uno. A pesar del fiasco, Hasél ha salido ganando, no todo el mundo puede decir que se ha percatado de su nimiedad gracias a que quisieron ultrajarle el poto. Hasél es de esos suertudos, pudo pensar en ello mientras se hallaba en posición supina, ofreciendo el trasero a los policías que le vigilaban las nalgas y a los sanitarios que se aprestaban a entrar en él vicariamente, es decir, merced a un artilugio previamente lubricado.

El insigne rapero se lamentó del trato “inhumano” que recibió en la prisión, pero debería dar gracias a que ha dado con sus huesos en una celda de estos tiempos. En las cárceles de antaño la colonoscopia te la efectuaba –aun sin molestias estomacales que lo aconsejaran– el matón de la galería, prescindiendo de anestesia y lubricante. Una al día, si el tal matón se hallaba en tiempo de celo, y en algunos individuos esa época se prolongaba durante todo el año. Bien es cierto que sin presencia policial durante la operación, eso hay que concedérselo a las colonoscopias de tiempos pretéritos. Eran otros tiempos, la medicina estaba todavía en pañales. En aquel entonces, un jovencito como Hasél, de mofletes bermejos y relucientes como manzanas Golden y nariz coquetamente porcina, habría necesitado una agenda para dar curso a todas las ofertas de colonoscopia artesanal que le iban a llegar.

Si aun sin practicarle la colonoscopia, Hasél ha caído en la cuenta de que fue miserablemente utilizado y de que su situación depende del gobiernillo lacista, cuando por fin se la realicen, quizá vea definitivamente la luz y comprenda que lo engañaron. Los efectos de una colonoscopia en la mente no han sido suficientemente estudiados, aunque todo parece indicar que dota al paciente de una visión más atinada de las cosas, tal vez todos los ojos del cuerpo humano estén conectados. Será cosa de practicar colonoscopias a destajo entre los lacistas que siguen engañados, a ver si abren los ojos.

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