«Está en el taquillón»
Cómo la vida contemporánea ha seguido su curso sin taquillones me deja fascinado. ¿Dónde están ahora las cosas?
Juan Tallón
Escritor.
Volví a la casa familiar y escuché después de bastantes años la frase «está en el taquillón». Se me puso la piel de gallina. No me gusta no exagerar, pero tal vez sea la frase más importante de mi infancia y juventud. Hacía tanto tiempo que no buscaba algo en casa de mis padres, sin encontrarlo, que no tenía que oír a mi madre decirme dónde estaba: en el taquillón. Siempre en el taquillón. ‘Taquillón’ era una palabra con escasísimo encanto, pero que, cuando sonaba, te hacía recobrar las esperanzas perdidas. El taquillón venía una y otra vez a tu rescate, cuando estabas desesperado. No sé qué es lo que nos rescata ahora, porque no hay taquillones en las casas de mi generación.
Hasta que me fui de casa, y aun cuando regresaba, todo estaba en el taquillón. Equivalía a la maldita chistera del mago. Aquello que buscabas y buscabas sin éxito, el taquillón lo hacía aparecer. No había que empezar buscando nunca por el taquillón, sino acabar. Un taquillón, para recordar de qué estamos hablando, es un mueble compuesto de cajones y puertas, habitualmente dispuesto a la entrada de las casas, y especializado en pequeños milagros. ¿Qué se guardaba en esos cajones y puertas? Nada, es decir, todo. Zapatillas, linternas, mecheros, pilas, cintas métricas, destornilladores de estrella, monedas, paquetes, gafas de sol, fotos de carné, bolígrafos que escribían y que no, arandelas, botas, navajas, velas, enchufes ladrón, bombillas, subrayadores, candados, llaves, libretas de deberes, limpiapolvos, katiuskas, chubasqueros, grapadoras, cerillas, recibos de la luz, chinchetas, ‘discmans’, carnés de conducir caducados, gafas para leer, lupas, celofanes, tuercas, fundas vacías de gafas para lejos… Todo esto cabía en el taquillón. Y después estaba la propia superficie exterior, obviamente, en la que vaciabas los bolsillos al llegar a casa, y donde previamente había ya una lámpara, un jarrón, un ambientador, un reloj, una escultura. Cómo la vida contemporánea ha seguido su curso sin taquillones me deja fascinado. ¿Dónde están ahora las cosas?
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