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Feminidad/Masculinidad
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
El reportaje que publicamos sobre el efecto rebote de las medidas contra el machismo entre los adolescentes ha dado mucho que hablar. Más de una feminista me ha dicho: "algo estamos haciendo mal". Todos los cuerpos sufren espasmos en el momento del deceso. El fin del machismo banal tiene desconcertados a muchos congéneres. Negacionistas y rebotados son carne de cañón de la guerra cultural con la que la extrema derecha quiere reconquistar el poder político. Pero el camino recorrido ya no tiene vuelta atrás. La simple aplicación de los derechos humanos hace del feminismo un fenómeno llamado a imponerse por encima de la ideologías. Ese es el camino que lo hace imparable. Lo que ocurre es que cuando las mujeres tienen efectivamente los mismos derechos que los hombres, los hombres no pueden ser hombres como lo eran antes. De la misma manera que las mujeres no tienen porque comportarse de acuerdo a las reglas de la masculinidad para conseguir la igualdad. No es pues, una boutade académica, hablar de nuevas masculinidades y de nuevas feminidades.
Hay mujeres, cada vez más, que se han emancipado tanto del modelo de la mujer sumisa como de la 'superwoman' que tiene que redoblar sus esfuerzos para ser competitivas en un entorno con reglas masculinas basadas en la bravura, el control, la imposición y la disponibilidad 24x365. Ahora falta que los hombres hagan lo propio y pasen de ayudar, corresponsabilizarse y conciliar a crear nuevas formas de organización de los equipos, nuevos KPI's para medir el talento y nuevas formas de definir el éxito de las personas y de las organizaciones. Una nueva masculinidad que no de por supuesto que su vida parte del presupuesto de que las tareas de manutención, procreación y cuidado de las personas están asumidas por alguien que no son ellos. Una nueva masculinidad que no entienda la sexualidad como una conquista infinita, que no obligue a esconder los sentimientos en el diván del psiquiatra y que no considere la fuerza física el último recurso en ninguna circunstancia. Seguramente, muchos dirán que es una utopía, pero es el único camino posible. La revuelta de los rebotados es el espasmo 'premortem' que a muchos les nubla el conocimiento. La igualdad de las mujeres no es negociable. Se trata de abominar de una masculinidad que es tan imposible como el catolicismo tridentino. Cuando habla la ciencia, ya nada es lo mismo.
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