Mundial de fútbol

Qatar: aprender de los horrores

De cara al futuro sería fructífero que las organizaciones deportivas tuvieran la posibilidad de contrastar empíricamente el logro de avances respecto de los derechos humanos, democracia o condiciones laborales

Estadio al-Thumama de Qatar

Estadio al-Thumama de Qatar / DEPORTES QATAR 2022 CATAR ¡El recién inaugurado Estadio #AlThumama ilumina el cielo durante una increíble noche final de la #AmirCup!

José Luis Pérez Triviño

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Si se llevara a cabo una evaluación de la decisión, por parte de la FIFA, de asignar la organización de la Copa del Mundo a Qatar se podría llevar a cabo un examen 'ex ante' y 'ex post' respecto de si sus principios éticos han sido tomados en consideración. En el primer caso, nos encontraríamos con que el proceso de asignación no tuvo en cuenta la situación política del país, la de las minorías oprimidas, la regulación laboral -la vigencia de un sistema semiesclavista, la 'kafala'- o incluso, las condiciones medioambientales para el desarrollo de la Copa del Mundo. Por otro lado, hay sospechas muy sólidas de que el proceso de votación no solo fue poco transparente sino que hubo compra de votos por parte de la delegación qatarí. Así pues, dudosamente, la designación por parte de FIFA superaría el examen 'ex ante'.

Dado que la designación tuvo lugar en 2010 y la Copa del Mundo se debía desarrollar en 2022, podría haberse dado el caso de que la FIFA hubiera llevado un control 'ex post' en tres aspectos en los que la candidatura catarí presentaba problemas serios: a) seguridad laboral; b) impacto medioambiental de las infraestructuras; c) respeto de los derechos humanos. Pero un examen a posteriori tampoco permitiría concluir que la designación de Qatar haya supuesto un cambio sustancial de las diversas condiciones mencionadas, más allá de algunas medidas cosméticas que no sabemos si se mantendrán, una vez finalizada la Copa del Mundo. Dicho de otra manera, la FIFA habría influido muy poco en el régimen qatarí aunque quizá, de manera involuntaria, se ha colocado al país bajo la mirada crítica de las sociedades occidentales y, con ello, el pretendido sportwashing puede no haberse logrado en la medida deseada por las autoridades catarís.

Pero, dicho esto, ¿qué se puede hacer de cara el futuro por parte de las principales organizaciones deportivas, como la FIFA y el COI? ¿Cuál debe ser su actitud -boicot, negociación, connivencia- frente a las candidaturas provenientes de países no democráticos? El COI ha establecido recientemente que la designación de la sedes de los JJOO estará condicionada al respeto de los derechos humanos. Sin embargo, este requisito requeriría de una concreción para que surtiera efecto, ya que los niveles de garantía pueden ser distintos según los estados y habría que ver qué estándar de cumplimiento fijarían las organizaciones deportivas. Por otro lado, una aplicación demasiado exigente podría no solo reducir a muy pocos países la lista de posibles organizadores de competiciones deportivas internacionales sino que se podría producir la reacción contraria a la que se pretende alcanzar. Hay que recordar que muchos países, como es el caso de Qatar, hasta hace unos años vivían como en la Edad Media y culturalmente no han avanzado sustancialmente. Esperar cambios drásticos en sus creencias puede ser una actitud carente de realismo político e ingenua.

Respecto del examen 'ex post' de las condiciones de designación de sedes, y dentro de lo factible política y jurídicamente, sería fructífero que las organizaciones deportivas tuvieran la posibilidad de contrastar empíricamente el logro de los avances respecto de los derechos humanos, democracia, integridad, condiciones laborales, sostenibilidad, etc. Ejemplos de condiciones 'ex post' podrían ser exigir que se modifiquen las leyes relativas para que las mujeres alcancen una situación análoga a los hombres respecto a la práctica del deporte, que se deroguen de manera efectiva las leyes restrictivas de los derechos de los homosexuales o que se respete la libertad de expresión de los aficionados y deportistas. Enfatizar esta estrategia como ejemplo de lo que se conoce como 'sport diplomacy' quizá sea más realista y útil, desde el punto de vista de la mejora del buen gobierno en esos países. Y es que la política y la ética no consisten única o exclusivamente en adherirse a principios morales y exigirlos a otros en contextos muy distintos a las nuestros, sino en cambiar el mundo para hacerlo un lugar más habitable moralmente, aunque sea gradualmente.

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