Cuento chino
Es pronto para determinar si las protestas actuales pueden abrir una nueva etapa política en el gigante asiático. Pero, de momento, han obligado a rectificar una política errónea
Rafael Vilasanjuan
Periodista
¿A qué teme China? Por sorprendente que parezca la pregunta no es retórica. En Occidente tenemos miedo a China. No es un temor militar, es más bien económico. Si China no produce a precios donde el valor se quede aquí, nuestra economía liberal se hunde. Pero su política para controlar el covid va contra todos los supuestos de la Organización Mundial de la Salud y contra los intereses del resto del mundo. Durante el último año ha mantenido una política de test obligados y confinamientos difícil de entender, una vez demostrada que la eficacia de la vacuna podía evitar medidas tan drásticas. La mitad de los vuelos internos en el país están suspendidos, 7 de cada diez salas de cine cerradas, millones de personas confinadas. La realidad es tan hostil que, harta de permanecer cerrada, la gente ha salido a la calle y ya no cuestiona solo la política de confinamientos, lo que cuestiona es el régimen. Mientras contemplan a medio mundo quitarse las mascarillas, ya sea en cumbres de líderes internacionales como el G-20 o en las gradas de los partidos del mundial en Qatar, ellos seguían confinados y con la mascarilla obligatoria. No se habían visto protestas iguales desde Tiananmen, el mismo año de la caída del muro de Berlín.
A diferencia de entonces, donde se pedía al Gobierno acabar con la corrupción, ahora no se confía ni en el partido ni en quien gobierna. La revuelta en las calles ha puesto al poder frente a la realidad. Es pronto para determinar si las protestas actuales pueden abrir una nueva etapa política en el gigante asiático, a pesar de la falta que nos hace. Pero, de momento, han obligado a rectificar una política errónea, con confinamientos decididos desde el ámbito político sin ninguna evidencia de beneficio para la salud pública. La excusa es que la variante ómicron no mata tanto. El cuento chino parece tener final feliz, una buena noticia para la población y para el resto del mundo. Cuando China se para, la economía mundial se frena, mucho más que con la guerra en Ucrania.
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