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España en la tercera división del mecenazgo
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
En el Congreso de los Diputados pasan muchas cosas fuera del radar de los diarios y de las redes sociales. Más allá del rifirrafe de los miércoles y de las grandes leyes como la de Presupuestos, o la del Sí es Sí, algunos diputados se esfuerzan por colocar en la agenda legislativa temas que son de vida o muerte para determinados sectores. El PDeCat, escisión del Junts de Puigdemont, ha conseguido que se tramite una reforma de la ley de Mecenazgo para mejorar la fiscalidad de las donaciones a entidades culturales y filantrópicas (la palabra es decimonónica) por parte tanto de empresas como de particulares. La pandemia sumada a la inflación han dejado el mundo cultural y, en general, todas las entidades sin ánimo de lucro en una situación más que complicada. Y en España, hay margen de mejora para ayudarlas simplemente poniéndonos al día con el resto del mundo occidental. Ramon Vendrell ha publicado un exhaustivo informe que demuestra que el mecenazgo en España está en la tercera división mundial.
No es fácil determinar el origen de este diferencial en el tratamiento fiscal de las donaciones. Posiblemente, hay razones históricas relacionadas con el peso de algunas instituciones, como la Iglesia católica, que acaparaban este tipo de actividades y fomentaron legislaciones específicas y no generales. También debe pesar la tradición estatalista que en España compartieron durante siglos la derecha y la izquierda. Ambas alimentan un cierto desprecio hacia la sociedad civil a la que ven antes como una amenaza al monopolio del Estado que como una eficaz colaboradora en favor del interés general. En la segunda mitad del siglo XX, este fenómeno fue especialmente intenso ya que el franquismo quiso controlarlo todo y el antifranquismo practicó el denominado "entrismo" por el cuál los partidos se infiltraron en la sociedad civil para utilizarla como altavoz en tiempos de dictadura. Esa táctica, que fue inteligente en su momento, provocó que, con la llegada de la democracia, perviviera esa connivencia de manera que el interés de reforzarla con una fiscalidad favorable fue nulo. Los sindicatos o las entidades culturales del catalanismo son dos buenos ejemplos. Necesitamos, pues, una mejor ley de mecenazgo para equipararnos a Europa y para fortalecer la sociedad civil.
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