Golpe franco

I Love Barça

pedri

pedri / EP

Juan Cruz

Juan Cruz

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Cuando el Barça va mal un amigo de Barcelona, que es también azulgrana, suele escribirme en inglés sus pronósticos sobre la situación del equipo cuya pasión compartimos. Hoy me llamó la atención sobre lo que pasa en la ciudad de las derrotas ante el Bayern. "Bad vibes". Malas vibras, jo.

La cosa está tan mal, sugería, que las vibraciones eran casi todas contrarias al espíritu de recuperación de nuestros colores. Fue terminante, como si un jarro de agua fría acabara siendo ese inglés tan terminante con que los anglosajones bautizan los pronósticos reservados.

Hasta aquí hemos llegado, ahora toca joderse. Vi al Barça en el abismo de Mestalla, recordé la primera vez que llevé a mi nieto a un partido allí, fuimos acompañados por Luis Alegre, el amigo de todo el mundo, nos entrenaba Setién, y todo fue tan cuesta abajo que me fui del campo antes de que Luis y Oliver enfilaran camino siguiendo las huellas de mis lágrimas de culé. 2-0. Ese espectro me volvió a sacar a la calle, como si detrás de mi ya estuviera el diluvio.

El tango triste

Con esa sensación me metí en un teatro, atendí una ficción de Juan José Millás, procuré distraerme en una calle que se llamaba sábado y me introduje al fin ante el televisor como quien acaricia un mal presagio. Nada de lo que es del Barça me es ajeno, tampoco el dolor, esa especie de quiste hidatídico que nos acompaña, al menos a mi, desde la infancia. 

Esa sensación de que todo está por rehacer, que nada de lo que pasa desde este nuevo miércoles turbio de nuestros colores podrá enderezarse ya, que todo, como dice el tango triste, irá cuesta abajo en la rodada, que las esperanzas pasadas ya no volverán… Lo que decía mi amigo, "bad vibes about the game!". Maldito inglés.

En ese estado de ánimo hice de todo. Cuando el equipo va mal, y hay, como me decía mi amigo en relación del prepartido, bad vibes, hago malabares. Cuando la radio, que siempre oigo como materia prima, no obedece a mis gustos, porque los comentaristas se refieren al Barça como un equipo que no cesa de perjudicarse a sí mismo, me paso a la televisión, y cuando esta no resalta sino las jugadas dudosas de mis colores, paso al silencio, y me radio a mi mismo los partidos. Edulcoro el porvenir, pero, como decía el poeta anónimo que citaba siempre Ignacio Aldecoa, «y el porvenir que no llega». 

Mi Kubala de ahora

Estaba tan desesperado esta noche de sábado, tan triste ante la nueva evidencia de un empate, tan desesperado por los esfuerzos, éticos y estéticos, de Pedri, el mejor sobre el campo, también el mejor en mi alma de barcelonista y de Tegueste, que abandoné hasta la visión de los tres o cuatro minutos de condolencia.

Y, de pronto, el hombre que ha hecho del gol una costumbre, y una alegría que comparte, nos salvó de las malas vibraciones, nos dio la victoria en campo extraño y nos puso otra vez en el ojalá que me acompaña desde que, a los once años, me hice de este equipo. Lewandowski, mi Kubala de ahora. Así que, aprovechando la mejor red social de la historia, el mensaje escrito, le mandé esta vibra a mi amigo de Barcelona: "I Love Barça".  

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