Artículo de Eva Arderius

La Barcelona en blanco y negro que nos gusta recordar

Añoramos barcelonas de antes porque, en el fondo, añoramos nuestro pasado sentimental

Barcelona

Barcelona / Leonard Beard

Eva Arderius

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En medio del bullicio de Twitter, llama la atención un vídeo. Son imágenes sin sonido, silenciosas, en blanco y negro, la antítesis de las redes sociales. Las imágenes se grabaron en 1909 y se ve la calle Gran de Gràcia de Barcelona con los barceloneses de la época moviéndose plácidamente en bicicleta. Se distinguen las vías del tranvía, que a medida que avanza la grabación también aparece. Este es uno de los muchos vídeos que se puede encontrar en el interesante perfil de Twitter 'El boig de Can Fanga', imprescindible para hacer memoria de la ciudad y que difunde material audiovisual, muchas veces desconocido, de nuestra ciudad.

No es la única cuenta que recupera la historia de Barcelona a través de las redes. Aquí se puede sumar la de 'Històries de Barcelona', de David Martínez, el perfil 'AltresBcn' del historiador Dani Cortijo, el trabajo del periodista Toni Vall o del prescriptor de Barcelona, Marc Piquer, que también recuerda parte de nuestro patrimonio más reciente a través de 'Barcelona Singular'. Y hay muchos más. La Barcelona en blanco y negro interesa. Hay una especie de 'boom'. La memoria de nuestra ciudad despierta curiosidad. Y sorprende que todavía queden muchísimas historias por investigar y que se hayan olvidado tantas, como la que cuenta Martínez. Hace 50 años hubo un gran hundimiento en el Paral.lel. Se estaba construyendo la Línea 3 del metro y durante las obras se abrió un agujero enorme que engulló coches y un autobús; murió un operario. Poca gente lo recuerda.

Es como si estuvieran vaciando los archivos de la ciudad a toda velocidad para dejar constancia de dónde venimos. Cada día estas cuentas publican efemérides, imágenes e historias que retuitean, comentan y ven los miles de seguidores que tienen. Alumnos disciplinados que miran, aprenden y se preguntan: ¿cómo puede ser que no sepa esto de la ciudad que piso cada día? Y también: ¿cómo puede ser que este debate que abre las secciones de local de los diarios ya la abriera hace 100 años? Echando un vistazo a estos perfiles de Twitter y blogs queda claro que hay debates recurrentes como el de las obras, si el tranvía o una nueva línea de metro complica o facilita la movilidad de la ciudad y si peatonalizar una calle afecta o no al comercio. Pero también permite ver que algunos proyectos que parecen muy innovadores no lo son tanto. Conocer el pasado también es una cura de humildad -alguien ya lo había pensado o incluso lo había hecho antes- y una vacuna contra el dramatismo. Nada es para siempre, todo cambia, la ciudad también y muchas cosas que habían desaparecido acaban volviendo porque las necesidades de los ciudadanos también evolucionan. El tranvía es el ejemplo más evidente y controvertido. Pero también el proyecto que tiene en marcha el Gobierno municipal para construir viviendas en la Fira, en Montjuic. En los años 30 allí se proyectó una zona residencial, se tenían que levantar rascacielos. Finalmente, no se hicieron. Pero también en Glòries tenemos un ejemplo del pasado-presente. En los 50 ya había un parque en el mismo lugar que luego se construyó el famoso tambor y dónde ahora hay, de nuevo, la gran Clariana verde. Volver a los orígenes.

Este interés por el pasado también tiene una dosis de nostalgia. Los barceloneses añoramos demasiado el pasado. Y no solo el de hace 30 años, el olímpico. Añoramos barcelonas de antes porque, en el fondo, añoramos nuestro pasado sentimental. Un cine donde íbamos con nuestros padres, una tienda que formaba parte de la cotidianidad feliz de nuestras vidas, el sabor de unos pasteles que ya nadie hace, los restaurantes de las grandes celebraciones familiares que ya no existen. 

La Barcelona que no está nos parece, muchas veces, mejor. Por la nostalgia, pero también porque muchas de estas imágenes que ahora vemos se grababan para destacar la belleza de la ciudad. El fotógrafo Leopoldo Pomés tuvo problemas en los 50 para publicar su primer libro sobre Barcelona porque no mostraba una ciudad suficientemente esplendorosa, se veían demasiadas miserias. No sé qué sensación tendrán los barceloneses del futuro cuando vean muchas de las imágenes de nuestra ciudad que ahora grabamos y colgamos en las redes (especialmente en Twitter, la cosa cambia en Instagram). Sea como sea, en muchos casos servirá para dejar constancia de un patrimonio que físicamente todavía nos cuesta demasiado conservar. Quizás por eso tenemos esta necesidad imperiosa de guardarlo todo en nuestra memoria o de revivirlo virtualmente. Bienvenida la moda y el interés por el 'vintage' barcelonés. Clases de historia de nuestro entorno más cercano totalmente accesibles. Impagable.

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