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Toca sufrir por Italia
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
De manera recurrente nos sacude un escalofrío pensando que la extrema derecha puede gobernar en un Estado de la UE. Ya lo hace en Hungría y en Polonia. Y ha sido una fuerza decisiva en Austria. Ahora toca sufrir para que Meloni no sea la próxima primera ministra italiana. Nos ocurre también en cada elección de la presidencia francesa con la familia Le Pen. Este miedo es lógico, pero quizá deberíamos tenerlo todo el año, todos los días, y no sólo cuando se acercan elecciones y las encuestas nos asustan. La pregunta es, ¿por qué los electores no tienen miedo a estas formaciones?
Los populismos aciertan a determinar los temas que preocupan a la gente. Los partidos convencionales tienden a querer obviar asuntos que les parecen espinosos. O pretenden resolver entre bambalinas lo que la gente quiere debatir a cara descubierta. La forma de resolver la crisis financiera del 2008 tiene mucho que ver con el auge de la extrema derecha. No las medidas en sí mismas, sino ese protocolo de dejar ciertos estados en manos de los mercados para después enviar a los hombres de negro en cumbres a altas horas de la madrugada. La UE nació como antídoto a los totalitarismos, pero, demasiadas veces, pasado el miedo de la generación que vivió la Segunda Guerra Mundial, su gobernanza puede acabar alentándolos.
Sin embargo, cuando hacemos este tipo de análisis nos olvidamos del peso de la historia. La Francia que vota Le Pen no es muy diferente de la Francia de Pétain. La Italia de Meloni cabalga a lomos de la Italia de Mussolini. Y la España de Abascal lo hace sobre la de Franco. El fascismo no fue un problema únicamente alemán, aunque sean los alemanes quienes están más vacunados contra ese virus.
La clave es recuperar el contrato social que estuvo en la base de la mayor etapa de bienestar de la historia europea. Las bases son la igualdad de oportunidades, el crecimiento económico y el pacto de rentas. Ni revoluciones ni soluciones mágicas. Este pacto se rompió cuando la economía se hizo financiera, cuando la globalización dejó de castigar el dumping fiscal y laboral y cuando el neoliberalismo fagocitó al liberalismo social. Hay que volver a Tony Judt para entender lo que ocurre estos días en Italia. Algo va mal y no son sólo las redes sociales.
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