La campaña militar (62) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Ucrania y Rusia seis meses después

Occidente, con la mirada puesta ya en el invierno, tiene que decidir si incrementa el apoyo real a Kiev para posibilitar su victoria o si se amilana ante el temor a la represalia rusa

Los equipos de rescaten buscan entre los escombros de una escuela tras un ataque aéreo ruso en la localidad de Járkov, el pasado 7 de julio.

Los equipos de rescaten buscan entre los escombros de una escuela tras un ataque aéreo ruso en la localidad de Járkov, el pasado 7 de julio. / SERGEY KOZLOV

Jesús A. Núñez Villaverde

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Seis meses después de sufrir una nueva invasión de su territorio y 31 años después de su independencia, Ucrania se encuentra hoy sumida en una tragedia que no parece tener fin a corto plazo. Por un lado, más de seis millones de personas se han convertido en refugiadas y alrededor de otros siete millones de ucranianos son desplazados internos en su propio territorio. Por otro, el brutal deterioro económico se sintetiza en la previsión de que su PIB sufrirá una caída de al menos el 45% a finales de este año. Además, la guerra está provocando una sangría humana y una seria destrucción física de la que tardará mucho en recuperarse.

Como contrapunto, también hay que reconocer que el país ha sufrido una profunda transformación, pasando de una acusada fragmentación estructural entre prorrusos y proeuropeos a otra situación en la que, con el liderazgo de un Volodímir Zelenski convertido en figura central de la escena política, cabe hablar de una abrumadora mayoría de ucranianos que apuestan decididamente por su independencia frente a Moscú y por un mayor acercamiento a la Unión Europea. En el campo militar también hay factores positivos a valorar, dado que, aun partiendo de una manifiesta inferioridad de medios frente al gigante ruso, ha logrado desbaratar sus planes, impidiendo primero la conquista de la capital y el derribo de Zelenski, frenando después su intento de dominar la totalidad del Donbás (aunque el óblast de Lugansk ya está en manos rusas) y ahora realizando incluso contrataques en Jersón y batiendo objetivos militares en Crimea.

Rusia, entretanto, está lejos de poder cantar victoria. Aunque es imposible calibrar el nivel de respaldo social que puede tener la invasión en un régimen autoritario que ya se ha encargado de eliminar la oposición parlamentaria, la voz de la sociedad civil y la de los medios de comunicación independientes, es bien visible que con los efectivos hasta ahora desplegados en lo que se empeña en denominar “operación especial militar” no está en condiciones de conseguir el objetivo de poner a Ucrania bajo su férula. Y aunque ya era sabido que las sanciones impuestas por decenas de países no iban a disuadir a Moscú de mantener su rumbo belicista, es innegable que su economía ya está sufriendo un impacto considerable -estimado en una caída del 9% del PIB para final de año-.

Por el camino, Vladímir Putin no solo ha dilapido su capital político, sino que ha provocado un absoluto descredito de sus fuerzas armadas, pilar fundamental del poder -y del temor- que le han permitido a Rusia un grado de influencia en el escenario internacional que no puede ejercer con ningún otro activo. Igualmente, acumulando errores tanto estratégicos como tácticos, hoy Rusia se encuentra empantanada en un escenario que considera vital para sus intereses, consciente de que una retirada supondría un revés insoportable para sus aspiraciones de recrear el imperio con el que Putin sigue soñando.

El dilema está servido. Ucrania ya no solo aspira a la paz, sino a la victoria; algo que nunca podrá lograr por sus propios medios. Rusia dice que esto todavía no ha hecho más que empezar, recordando implícitamente que aún cuenta con otras bazas por emplear (decretar una movilización general, reventar la central nuclear de Zaporiyia, emplear armas nucleares). Occidente, con la mirada puesta ya en el invierno, tiene que decidir si incrementa el apoyo real a Kiev para posibilitar esa ansiada victoria o si se amilana ante el temor a la represalia rusa. Veremos.

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