Declive independentista

Homenaje a las víctimas del 17-A | Escupiré sobre vuestra tumba

Llamar hijo de puta a quien está recordando al hijo que perdió en un atentado es el paso natural posterior a gritarle mora de mierda a una diputada

Barcelona no olvida cinco años después de la masacre terrorista que enmudeció La Rambla

Barcelona no olvida cinco años después de la masacre terrorista que enmudeció La Rambla / Ricard Cugat

Albert Soler

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Ni Boris Vian lo describió tan bien en 'Escupiré sobre vuestra tumba'. Con ser patética la figura de la expresidenta del Parlament meneando el culo por encima de los muertos del 17-A, no lo fue tanto como el comprobar que el lacismo ha quedado reducido a una docena de abueletes histéricos. Lo de Laura Borràs a nadie extrañó, entre el respeto a los fallecidos en atentado y unos vítores que le engorden el ego, no había duda posible, aquí estoy yo y que les den morcilla a los muertos, haberse quedado en casa aquel día y todavía estarían vivos. Lo de los lacistas que quedan todavía en pie sorprendió por su número menguante, no por su comportamiento, que fue el esperado. Al fin y al cabo, llamar hijo de puta a quien está recordando al hijo que perdió en un atentado es el paso natural posterior a gritarle mora de mierda a una diputada. Siguiendo con la obscena escalada, el lógico paso siguiente ha de ser proclamar la republiqueta, ay no, que eso lo hicieron antes, ni dar pasos cuando toca saben.

Tan pocos son ya, que les cuesta trabajo encontrar al friki que por norma encabeza todas sus movilizaciones. El tipo de la guitarra que se autodeclaró víctima del terrorismo por el hecho de ser catalán y que se encaró a las dignas personas que pretendían conseguir nada más y nada menos que un minuto de silencio es el mismo que en un acto lacista anterior tocaba ‘Bella ciao’, para que Pilar Rahola convulsionara con sus brincos todos los sismógrafos de Catalunya. El declive del lacismo lo simboliza el mentecato de la guitarra, ni tan siquiera son capaces de encontrar un pazguato para cada ocasión y han de recurrir al mismo.

El lacismo necesita un muerto, lo quiere desde hace años para hacer con él estampitas y repartirlas en escuelas y ‘casals’. Un muerto que quede bien en grafitis, como Bobby Sands en Belfast. No es fácil conseguirlo, ya que en un movimiento cobarde por naturaleza como el lacismo, todo el mundo espera que el muerto sea otro, y así no hay manera. Encima, las huelgas de hambre no duran más que de la comida a la cena, y eso si aquel día no dan merienda. Lo más cerca que estuvimos de un mártir fue cuando a uno de los Tururull la hamburguesa de la cárcel le produjo flatulencias.

Ya es mala suerte para el lacismo que no muriera ninguno de los 3.000, o 30.000, qué se yo, represaliados, ni que fuera de un ataque al corazón o por el covid, que ya se apañarían para incluirlo en la lista. Es que ni en la Guardia Civil puede ya uno confiar cuando se la necesita.

-De algún lugar hemos de sacar el muerto, y si el 1-O no logramos más que una señora a la que le tocaron las tetas -con eso no vamos a ningún lado-, bien nos vale el 17-A, o sea que a decir que el atentado lo organizó el Estado español.

Y en eso están los yayos. En eso y en gritarle «presidenta» a una destituida. Se conoce que la realidad no les importa demasiado.

Da igual que el propio jefe de los Mossos que los lacistas tenían como héroe mayor de Catalunya rechace taxativamente esa teoría e incluso elogie la colaboración del CNI, qué va a saber este hombre, lo que importa es lo que diga un carcamal con una guitarra que insulta a la madre de un niño muerto.

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