Clasificación de la educación superior
Editorial

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Universidades lejos de la cima

No solo la dispersión y falta de financiación castigan al sistema universitario español en el 'ránking de Shanghai': la baja inversión en I+D pública y privada es definitiva

Fachada UB

Fachada UB

El ránking que publica anualmente una universidad de Shanghai, considerado como un indicador de referencia aunque prime en sus calificaciones el volumen de investigación sobre la docencia y las materias técnicas y científicas sobre las humanísticas y sociales, vuelve a reconocer el predominio en la formación superior de élite por parte de las universidades de EEUU. Estas suman 8 en el top 10, y 39 en las 100 primeras, seguidas de las europeas (32 en el top 100) y con una lenta emergencia de China, con un dinamismo que aún no se corresponde a su peso en la economía global (9 centros en el top 100, más 5 de otros países asiáticos).

En este mapa de la excelencia universitaria sobresale el modelo universitario norteamericano (Harvard, Stanford y el MIT copan el podio), con instituciones de titularidad privada, excelentemente financiadas tanto por contratos con empresas y mecenazgo como por altísimos costes de matrícula, que absorben talento y crean conocimiento e innovación. Aunque desde el punto de vista de equidad en el acceso a la formación superior, con una red de universidades regionales en EEUU que a menudo ni siquiera aparecen en los escalones inferiores del ránking, otros países puedan defender sus respectivos modelos aunque no ocupen los puestos de relumbrón. El reto en entornos como el nuestro es conseguir una universidad pública, sin barreras de acceso por motivos económicos pero que también pueda aspirar a la excelencia académica. Un desafío al que en España se intentó responder en algún momento con la creación de universidades públicas de nuevo cuño que aspiraban a ser punteras aunque su financiación acabó homologándolas (en la clasificación no descollan frente a las grandes universidades consolidadas), al tiempo que se desataba una carrera por disponer de universidades de kilómetro cero en todo el territorio. Una apuesta que puede ofrecer rentabilidades sociales pero que es difícilmente compatible con la excelencia en una situación de recursos limitados. 

En el ránking de 2022, España solo cuenta con una institución, la Universitat de Barcelona, entre los 200 primeros lugares. Una de las soluciones que se apuntan a este triste resultado es la concentración de universidades: una fórmula quizá necesaria (sobre todo a efectos de visibilidad y prestigio) pero de difícil viabilidad si se plantea en forma de fusión. Aunque hay otras fórmulas de concentración de esfuerzos, como la renuncia a titulaciones en centros donde no son sostenibles, la priorización de los estudios punteros o la oferta conjunta de grados entre distintas universidades.

Estos campos concretos donde alcanzar la excelencia existen: en 24 de las 47 áreas de conocimiento analizadas, España sí tiene alguna universidad en el top 100. Esta visión sectorial del ránking de Shanghai señala la vía de la especialización, con muchas universidades que tienen un nivel destacado en algún campo determinado y pocas con un nivel superior en áreas diversas (cuentan con seis estudios en algún top 100 la UB y la Universitat Autònoma de Barcelona; la Pompeu Fabra y la Universitat de València, 5; las universidades de Granada, Sevilla y la Politécnica de Madrid, 4; y las politécnicas de Catalunya y València y la Universidad de Zaragoza, 3.

Las características del tejido productivo español, no solo las del universitario, quedan retratadas también en estos datos. Los áreas con más universidades españolas en un top 100 sectorial son Turismo (7), Veterinaria (7), Ingeniería Alimentaria (7) y Ciencias Agrícolas (5). Ninguna en el top 100 de química, física, ingenierías de telecomunicaciones, energética, hidrológica o de materiales... No solo la infrafinanciación de la universidad pública española o su atomización le impide estar en lugares de cabeza internacionalmente. El dinamismo y la innovación económicos, y en particular el gasto en I+D público y privado, tiene una relación directa con la existencia de centros de educación superior de nivel internacional.