Artículo de Alejandro Giménez Imirizaldu

Coches, queridos cachivaches

Desde los primeros proyectos de pacificación hasta las supermanzanas, el despliegue de carril bici, la red de bus, metro y la conexión del tram, Barcelona suma apuestas por una movilidad saludable y sostenible

Plazas de aparcamiento en zona azul en un chaflán del Eixample.

Plazas de aparcamiento en zona azul en un chaflán del Eixample.

Alejandro Giménez Imirizaldu

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Barcelona mejora en agosto. El calor afloja o te acostumbras. Ceden las prisas y surgen opciones para quien sabe zafarse de las concentraciones turísticas. El tráfico discurre con caudales que invitan a imaginar un futuro amable. No será fácil, pero tampoco imposible ¿Cómo conseguirlo? Alguna lección podemos extraer de los meses de confinamiento: somos capaces de funcionar a otros ritmos. 

Se acumulan sordas condenas contra el automóvil. Pero el coche es más que un medio de transporte. Para algunas personas representa la emancipación, esa habitación propia y con llave de Virginia Woolf, y para otras su herramienta de trabajo. O su estatus. Forma parte integral de nuestra cultura. Y de complejas estructuras socioeconómicas que no van a desaparecer de hoy para mañana. ¿Y la moto? Si no has subido de pequeño a una Vespino trucada, una Derbi Variant, Rieju Strada, Bultaco Streaker o Montesa Impala no puedes entender lo que significa la moto para los catalanes del siglo pasado. Libertad suicida, amor sin casco. Un 'Boomer Angst' lubricado en aceite mineral al dos por ciento. Vamos a idolatrar a coches y motos hasta el día en que evaluemos el coste de traumatología y veamos en conjunto y sin filtro a los muertos, heridos y dañados colaterales de este culto. Y después igual, porque somos animalicos de costumbres. 

Sin embargo, a veces sabemos cambiar de hábitos ¿Recuerdan cuando se fumaba en los aviones? Desde los primeros proyectos de pacificación hasta las supermanzanas, el despliegue de carril bici, la red de bus, metro y la conexión del tram, Barcelona suma apuestas por una movilidad saludable y sostenible. La Comisión Europea obliga a acompañarlas con fórmulas más restrictivas e impopulares, como la zona de bajas emisiones o el peaje urbano. 

Mientras se sopesan esas medidas, surgen iniciativas que parecerán insignificantes pero impactan en el día a día. El proyecto 'Protegim les Escoles', por ejemplo, mejora la calidad del aire, el ruido, la seguridad y la convivencia en los entornos escolares. Espacios de trámite apresurado se convierten en lugares donde madres, padres, abuelas y otras gentes de santa paciencia charlan y juegan con niños y profes. ¿Por qué no proteger también mercados, residencias, bibliotecas, piscinas, universidades y centros de salud? Merecemos un agosto permanente. Vengo a proponerles tres medidas que nos aproximarían a ese objetivo compartido.

Chaflanes. En el FAD, 2005, conocí el trabajo de Delphine Ding y José Ulloa, dos jóvenes arquitectos que proyectaban mejorar las esquinas del Eixample. Sitios llenos de furgones, contenedores, vallas, bolardos y otros trastos. Lo más prometedor del estudio era la posibilidad de andar recto, sin estar sujetos a esa antipática greca peatonal. Cada día entran en Barcelona 150.000 coches más que en Manhattan y la culpa en gran parte es del chaflán, que opera como refugio de la indisciplina. Pruebe usted a pararse en la 5ª Avenida y detrás se le forma una cola que llega hasta el Bronx. Sonará contraintuitivo, pero ante el infinito efecto gas del coche se hace indispensable limitar su fluidez. El mejor aliado de una ciudad más sana es, por lo pronto, un buen atasco.

Rotondas. Mejor quitarlas, porque centrifugan al peatón y abundan en partes al seguro. El semáforo es un gran regalo del tren a nuestras calles y permite ajustar las velocidades. Decía Manuel Solà: “Cuando los ciudadanos asumen un ritmo de semáforos para cruzar las calles están aceptando una fuerza de lo colectivo sobre su conducta privada. Esta colectivización de lo privado es el sentido más profundo de la urbanidad". Europa Ciudad, CCCB, La 2, 2012.

Aparcamientos. La tercera medida, preparados, sería eliminar el aparcamiento en superficie, apunten, la calle no puede ser un almacén de coches y, fuego, cerrar los parkings subterráneos. La acción más sencilla y eficaz para perder las municipales con la cabeza bien alta: sustituir esos garajes por gimnasios, templos, archivos, discotecas o granjas de setas.

Además, y a la vez, podríamos mejorar los cercanías, sumar los bicings y multiplicar el bus metropolitano para ir desapegándonos de nuestros queridos, veloces, enormes, potentes, equipados, satinados y asesinos cachivaches. 

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