Artículo de Jordi Sánchez Escrigas

Por un cambio de paradigma en la nueva planificación metropolitana

El PGM de 1976 ha quedado obsoleto y requiere un relevo adaptado a los graves y urgentes retos actuales, empezando por la emergencia climática

Vista desde L'Hospitalet del área metropolitana de Barcelona.

Vista desde L'Hospitalet del área metropolitana de Barcelona. / Ferran Nadeu

Jordi Sànchez Escrigas

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El amigo y referente Joan Tardà hablaba hace una semana en este diario, refiriéndose al Baix Llobregat, del mal que el 'desarrollismo' franquista hizo en el territorio, continuado con el PGM de 1976 y el planeamiento posterior. La ocupación del territorio por las urbanizaciones dispersas, a menudo sin planificación, es otro ejemplo de este follón, evidente estos días con la afectación de los incendios forestales, y que también encontramos en las montañas del Baix y rn gran parte del país.

Discrepo, en cambio, sobre no distinguir el crecimiento ultraliberal y corrupto promovido por la dictadura franquista de la regulación y ordenación que supuso el planeamiento del PGM del 76. Las víctimas de las riadas de 1962 nos ejemplifican los riesgos del crecimiento sin planificación, verdadera causa de las muertes, más allá del detonante meteorológico. Ciertamente, el PGM del 76 ha quedado obsoleto. Un PGM elaborado en contexto de crecimiento, que ha hipotecado el espacio público para el uso del coche como medio de transporte masivo, depredador de territorio, con una centralidad de servicios que deja unas periferias trinchadas por infraestructuras, segregadas por niveles de rentas o con las cargas económicas de las zonas verdes. Afectando a 27 de los 36 municipios metropolitanos, con más de 1.200 modificaciones, el PGM del 76 requiere un relevo adaptado a los graves y urgentes retos actuales, empezando por la emergencia climática pero que afronte también la necesidad de sostenibilidad energética y alimentaria, nueva movilidad, acceso a la vivienda, equilibrio territorial, combate de la segregación social por rentas...

El nuevo planeamiento, que tiene que hacerse norma con el Plan Director Urbanístico Metropolitano y su despliegue, tiene que dar respuesta a la previsión de incremento demográfico en este nuevo paradigma. El Centre d'Estudis Demogràfics hace unas previsiones de crecimiento de población en la región metropolitana (el área Metropolitana de Barcelona más el Garraf, el Alt Penedès, los dos Vallès y el Maresme) próximos a los 700.000 nuevos habitantes para 2050, con una necesidad de 400.000 nuevos hogares y una tendencia a disminuir el número de personas por hogar. La planificación del territorio tiene que dar respuesta a estas necesidades permitiendo vivir y trabajar con calidad. Sin depredar espacios naturales y agrícolas. Primero, considerando infraestructura verde y azul los espacios libres y no como remanente de solares donde crecer. Preservando como valor espacios libres y solo agrícolas. Tampoco podemos sacrificar suelo industrial para convertirlo en residencial: vivir y trabajar con calidad.

¿Cómo adecuar este incremento poblacional, pues? Hay que planificar sobre una realidad construida, con conocimiento del territorio: reciclaje de la ciudad construida, dinamizar los barrios degradados, definición de nuevas centralidades vinculadas al transporte público, avenidas metropolitanas que sean espacios de urbanidad y ejes verdes con transporte público. Red de ciudades: no un centro que fagocite recursos, servicios, innovación y desertice el territorio, sino estructura policéntrica, nodal, conectada, un equilibrio territorial dentro del área metropolitana y más allá. Una red policéntrica que tiene que dar oportunidades de desarrollo, de regeneración, de mejora a municipios castigados históricamente, como Sant Adrià, con el impulso de las Tres Xemeneies.

Hay que revisar y desprogramar crecimientos donde no toca. Pero sabiendo que no es lo mismo desclasificar en la Costa Brava o en el Alt Pirineu segundas residencias en terrenos de orografía imposible con un poblamiento disperso, económica y ecológicamente insostenible, que en el área metropolitana. Los trabajos del PDU Metropolitano prevén un incremento de los espacios libres a proteger, por lo tanto del suelo no urbanizable, del 48% al 52% del terreno metropolitano. También prevé ámbitos a desprogramar. Y meter las necesidades de incremento de población en nuevas centralidades de interés metropolitano, que articulen avenidas metropolitanas cívicas y cohesionadoras.

Tenemos que debatir sobre gobernanza metropolitana, fiscalidad y financiación, competencias y arquitectura institucional, pero no podamos procrastinar unas decisiones que tenemos que tomar, con consenso y fruto de un gran pacto basado en la participación, el conocimiento y la responsabilidad, para cambiar de paradigma en el urbanismo vigente.

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