La campaña militar (56) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Donbás y Jersón: juego posicional en Ucrania

La guerra ha entrado en un juego de posiciones más estático en el que se genera la falsa impresión de que no sucede nada relevante

Soldados del ejército ruso en una central hidroeléctrica cerca de la ciudad de Jersón

Soldados del ejército ruso en una central hidroeléctrica cerca de la ciudad de Jersón / EFE/EPA/SERGEI ILNITSKY

Jesús A. Núñez Villaverde

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El recurso al ajedrez para tratar de analizar lo que ocurre en los campos de batalla reales es un clásico que también vale para la guerra en Ucrania. Hay momentos, como en el arranque de la invasión rusa, en los que la partida/guerra se acelera extraordinariamente, con acciones muy dinámicas que buscan alcanzar resultados definitivos de inmediato. Y hay otros, como el actual, en los que se entra en un juego de posiciones, más estático y en los que incluso se genera la falsa impresión de que no sucede nada relevante. Es, obviamente, una percepción falsa, dado que por desgracia las hostilidades y la muerte de inocentes se suceden a diario. Y así, sin menoscabar lo que está sucediendo en otras zonas de Ucrania, hoy los frentes del Donbás y de Jersón ejemplifican claramente ese juego posicional, menos llamativo para los medios de comunicación ansiosos de titulares, pero de cuyo desenlace depende en gran medida el devenir del conflicto.

En el primero de ellos Moscú ha logrado, tras un esfuerzo y unas pérdidas descomunales en vidas y material, hacerse ya con el control del ‘oblast’ de Lugansk y pugna por completar el dominio de todo el Donbás, para lo que le queda todavía mucha resistencia ucraniana que superar. Aunque el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, haya apuntado que el objetivo último va mucho más allá que la captura de esa parte oriental de Ucrania, es evidente que, al menos de momento, Rusia no cuenta con medios militares suficientes para conquistar toda Ucrania. De hecho, tampoco parece que los tenga ni siquiera para completar fácilmente la tarea en el 'oblast' de Donetsk. No puede hacerlo, desde luego, con las unidades empleadas en Lugansk, exhaustas y diezmadas tras semanas de duro combate; y tampoco parece que su relevo esté a la vuelta de la esquina.

Precisamente, la vía más obvia para relanzar esa ofensiva sobre Kramatorsk y el resto de Donetsk sería emplear las unidades ya ubicadas en el ‘oblast’ de Jersón, controlado por Rusia prácticamente desde el inicio de la invasión. Pero es ahí, esencialmente, donde cobra pleno sentido la decisión de Kiev de lanzar una ofensiva generalizada en dicho ‘oblast’. El objetivo ideal sería expulsar a las tropas ocupantes y recuperar la totalidad de la zona. Pero, aunque finalmente no lo consigan, esa acción sigue siendo totalmente pertinente, dado que, como mínimo, está logrando fijar a esas unidades rusas en sus posiciones actuales; o, lo que es lo mismo, está impidiendo que puedan trasladarse al este para sumarse a la ofensiva del Donbás.

Como por desgracia ocurre en muchas partidas/guerras, la opción realista no permite elegir entre lo bueno y malo, sino entre lo malo y lo peor. Aplicado a la situación actual en Ucrania, eso significa que el esfuerzo que Volodímir Zelenski le está pidiendo a muchos combatientes supone su sacrificio personal. Un sacrificio que podría parecer baldío, dado que son escasas o nulas las posibilidades de éxito. Pero a falta de otros medios disponibles a corto plazo –mientras Putin aumenta su presión por vía energética para doblegar la voluntad occidental de apoyo a Kiev–, lo que estas unidades hagan, recuperando algunas localidades y reteniendo a las fuerzas enemigas en Jersón, supone un alivio para las que combaten en el Donbás, igualmente castigadas tras semanas de una defensa en profundidad que todavía continua. Entretanto, Kiev anuncia que está desplazando a unidades de relevo hacia ese mismo Donbás donde, equivocadamente, algunos creen que ya no pasa nada.

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