Artículo de Rafael Jorba

La agenda emocional

Más allá de los errores del presidente Sánchez, sus aliados de gobierno han priorizado una ‘política caliente’, más identitaria que igualitaria, que alimenta a las dos derechas

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.

Rafael Jorba

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La agenda política y mediática tiene un exceso de carga emocional y un déficit de propuestas programáticas. Es el resultado del llamado "culto de la emoción", en expresión del filósofo Michel Lacroix, es decir, el paso del ‘homo sapiens’ al ‘homo sentiens’ que busca sensaciones fuertes e intensas, tanto de manera individual como colectiva. Esta sobrecarga sentimental tiene una expresión positiva –el rechazo de una racionalidad excesiva–, pero alimenta también una deriva peligrosa: prima la emoción por encima de la razón y puede abrir la caja de Pandora de los populismos y de la demagogia.

Es el resultado de la ley del péndulo: del reduccionismo racionalista hemos pasado al reduccionismo emocional. “Cualquiera de los ámbitos de la actuación humana, sea el trabajo, la política, el ocio o la educación, tiende a ser abordado desde esa perspectiva exclusivamente emocional”, constataba Victoria Camps en su ensayo ‘El gobierno de las emociones’ (Herder, 2011). La posverdad, en este contexto, es una de las derivadas de esta primacía de los sentimientos en la agenda política y mediática: los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales.

Estamos ante un fenómeno de fondo que afecta al conjunto de las democracias occidentales y que el impacto de una pandemia global, en primera instancia, sumado ahora a las consecuencias socioeconómicas de la guerra de Ucrania, ha contribuido a acrecentar. En el caso concreto de España, la sobrecarga de la agenda emocional, ideológicamente contaminada por impulsos identitarios, de notable carga sentimental, es uno de los factores de la inestabilidad congénita de la mayoría parlamentaria que propició el Gobierno de Pedro Sánchez. Esta agenda ha acabado pesando más que la agenda de gestión cotidiana.

Un colapso de la economía europea puede obligar a PSOE y PP a acordar una agenda de gestión en los temas de Estado: una agenda fría para una ‘rentrée’ caliente

Más allá de los errores del presidente, que no son pocos, sus aliados han priorizado una ‘política caliente’, más identitaria que igualitaria, que contribuye a alimentar la agenda emocional, de signo contrario, de las dos derechas: el PP y, sobre todo, Vox. Este es el caso, en primer lugar, de sus aliados de gobierno de Unidas Podemos (Yolanda Díaz marca territorio propio) que son el reflejo de una ‘izquierda de la izquierda’ que lleva al extremo las políticas de identidad –la llamada ‘ley trans’, por ejemplo– donde el factor sentimental –lo que uno siente– colisiona con las políticas de igualdad del feminismo tradicional.

Este es también el caso de la memoria histórica selectiva, anclada en factores sentimentales, que auspicia Unidas Podemos: cuestiona el pacto constitucional –el llamado ‘régimen del 78’– en sintonía con la lógica guerracivilista, de signo antagónico, de Vox. En segundo lugar, la agenda emocional marca la conducta de los aliados externos del Gobierno, en particular de ERC, que han priorizado el factor identitario ante temas tan relevantes como la reforma laboral o el primer decreto sobre las consecuencias económicas de la guerra. Jaume Asens, de En Comú Podem, es el nexo de unión de ambas agendas emocionales.

La política emocional de Unidas Podemos, teñida de buenismo, prioriza la ingeniería social para alumbrar el ‘hombre nuevo’ de la distopía comunista y aplica una doble vara de medir en los conflictos geoestratégicos. El paradigma de esta práctica es la equidistancia que mantiene entre la Rusia de Putin y la OTAN, el renovado seguro vital de las democracias occidentales. Pone el foco, por ejemplo, en la pésima respuesta del presidente Sánchez tras la trágica carga policial en Nador y, tres días después, no abre la boca ante la masacre provocada por dos misiles rusos en un supermercado de Kremenchuk.

Ante el exceso de carga emocional, los dos partidos con tradición de gobierno están llamados a asumir responsabilidades. El PSOE de Pedro Sánchez se preguntará tarde o temprano si puede seguir gobernando con un socio que no solo tensiona emocionalmente la política interior, sino que rompe la cohesión gubernamental en la política exterior y de defensa. Y el PP de Alberto Núñez Feijóo deberá empezar a cortar amarras emocionales con Vox para reforzar su centralidad como alternativa de gobierno. Entre tanto, a inicios de otoño, un colapso de la economía europea puede obligar a ambos partidos a acordar una agenda de gestión en los temas de Estado: seguridad y defensa, inflación... Sí, una agenda fría para una ‘rentrée’ caliente. 

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