Artículo de Ernest Folch

Podemos y el independentismo

El independentismo lleva años soñando con encontrar otro 'momentum': guste o no, sin Podemos es imposible tener una masa crítica suficiente para lograr otra ventana de oportunidad

Conferencia del exsecretario general de la formación política Podemos, Pablo Iglesias en Montevideo

Conferencia del exsecretario general de la formación política Podemos, Pablo Iglesias en Montevideo / RAUL MARTINEZ

Ernest Folch

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Los audios por entregas de Villarejo no han terminado, pero ya se puede hacer un balance provisional de víctimas: los que encabezan el ‘ránking’ de perjudicados son en primer lugar Pablo Iglesias y Podemos (por el denominado informe PISA y la falsa cuenta de las islas Granadinas), y en segundo lugar el soberanismo, en las figuras de Xavier Trias (por su cuentas falsa en Suiza), Artur Mas y Jordi Pujol y su familia (víctimas además del famoso informe falso de la UDEF). Los audios filtrados dejan claro que el poder mediático y judicial buscó la destrucción personal de Pablo Iglesias y de diversos líderes independentistas de manera sistemática y durante años, pero además, buscó influir negativamente, y en algunos casos adulterar, el resultado de diversas elecciones.

Qué casualidad, de momento no hay audios que indiquen que hubiera un complot contra políticos del PSOE o del PP, o ni siquiera contra el PNV u otros partidos periféricos. La razón es sencilla: desde el 2011, a raíz del 15-M y de la eclosión del soberanismo, las cloacas decidieron que Podemos y el independentismo representaban la misma amenaza para el régimen del 78. Cierto, todo esto en realidad ya lo sabíamos, pero lo que han permitido estas filtraciones es certificarlo en forma de prueba sonora, que demuestra que medios de comunicación, jueces, policía y políticos cerraron filas y pusieron en marcha una organización criminal para parar los pies a los dos movimientos que creían que amenazaban sus privilegios.

Lo triste del caso es que los dos afectados, Podemos e independentistas, a lo largo de estos años han tendido a creerse víctimas exclusivas de la ofensiva de las cloacas, y apenas han sabido reconocer al otro que también era víctima de lo mismo que ellos. Ha habido excepciones honrosas a esta regla, como Pablo Iglesias, que arriesgó su carrera política y fue linchado por su apuesta a favor del referéndum, o Raül Romeva, que incluso desde la prisión defendió que no podía hacerse nada sin la izquierda española. Lo cierto es que Podemos tendió a pensar que el independentismo era un movimiento de la burguesía catalana de derechas, y el independentismo tendió a creer que Podemos era una muleta del régimen del 78. Esta simplificación les ha llevado a menospreciarse mutuamente, y a no darse cuenta que unir sus fuerzas hubiera sido su única opción de supervivencia.

En los últimos días hemos visto a dirigentes del independentismo radical, de aquí y del exilio, lanzando su ira encima de Podemos justo cuando se conocía la invención de las cuentas de Iglesias en las islas Granadinas: el reproche absurdo es que la izquierda radical se habría dado cuenta demasiado tarde de la virulencia de las cloacas que ellos ya llevaban tiempo sufriendo. En cualquier caso, los reproches rabiosos denotan la impotencia actual, son políticamente estériles y demuestran no haber entendido que el momento en el que más gente hubo movilizada, en Catalunya y también en España, fue cuando Podemos y el soberanismo estaban en su apogeo y lograron hacer converger su fuerza social. El independentismo lleva años soñando con encontrar otro 'momentum': guste o no, sin Podemos, es decir, sin la otra víctima de las cloacas, es imposible tener una masa crítica suficiente para lograr otra ventana de oportunidad. ¿Qué hubiera sucedido en España si Podemos y el independentismo, en lugar de pelearse, se hubieran unido? Posiblemente la historia habría sido muy diferente. Ahora, probablemente, ya es demasiado tarde.

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