Artículo de Jordi Puntí

Momentos estelares

Incluso para los que somos legos en astronomía y solo sabemos identificar a la Osa Mayor y alguna otra constelación, las imágenes del telescopio Webb resultan fascinantes

Primera imagen ofrecida por el telescopio James Webb. Un árbol de Navidad en julio.

Primera imagen ofrecida por el telescopio James Webb. Un árbol de Navidad en julio. / Space Telescope Science Institute Office of Public Outreach.

Jordi Puntí

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El Museo Galileo, en Florencia, conserva muchos libros e instrumentos que recuerdan la importancia del Renacimiento en los avances científicos. Pero la pieza más sorprendente, al menos cuando yo lo visité hace una década, es un dedo de Galileo Galilei. En concreto el dedo medio de la mano derecha, un conjunto de huesos delgados que se exhiben en una urna que parece un relicario, menuda ironía. Esta semana, cuando vi las fabulosas imágenes que está enviando el nuevo telescopio espacial James Webb, pensé en el dedo de Galileo.

Incluso para los que somos legos en astronomía y solo sabemos identificar a la Osa Mayor y alguna otra constelación, las imágenes del telescopio Webb resultan fascinantes. Después de las que servía Hubble, en órbita desde 1990, ha sido como ponerse unas gafas de enfocar: de repente el universo es más nítido, vemos mucho más allá en el espacio, y también más atrás en el tiempo, calculan que hasta más de 13 millones de años. Ahora la oscuridad punteada de estrellas también ha dejado de ser sobre todo en blanco y negro y tiene unos colores tan lisérgicos que tus ojos hacen chiribitas. La nebulosa de la Quilla, por ejemplo, también conocida como Carina, se nos aparece como un sinfín de cavidades y burbujas en expansión que crean estrellas nacientes, y nos hipnotiza como los fuegos artificiales en una noche de verano —estrellas de colores que surgen y mueren ante nosotros.

Cabe suponer que para los astrónomos y astrofísicos esta mirada a las profundidades del universo es un regalo y un reto intelectual. Al resto de la humanidad nos permite pensar en nuestros orígenes y nuestro futuro. Tenemos una imaginación condicionada por la ciencia ficción, por la conquista del espacio en 'Star Trek', por el futuro maldito de 'Blade Runner' y las expediciones a Marte de Ray Bradbury. Con las imágenes del James Webb en nuestra retina, los efectos especiales parecerán más reales, más verosímiles, pero también nos empequeñecen y nos muestran que la presencia de los humanos en el universo es un azar que debemos celebrar todos los días. No estamos solos, seguramente, parece imposible, pero de momento nadie más sale en la foto.

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