Artículo de Ernest Folch

'Caso Iglesias' | El sistema mediático central

En los periódicos, en las radios y en las teles de la capital las conspiraciones mediáticas contra Podemos han sido silenciadas o tratadas como una nota a pie de página

Pablo Iglesias durante la grabación de uno de sus programas de La base.

Pablo Iglesias durante la grabación de uno de sus programas de La base.

Ernest Folch

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Otro espectacular audio de este fascinante coleccionable de grabaciones por entregas confirmó lo que ya sabíamos, que las acusaciones contra Pablo Iglesias de haber cobrado dinero procedente de Venezuela en 2017 eran un bulo de fabricación casera, pero esta vez la novedad es que supimos que había sido cocinado conscientemente por La Sexta en colaboración con ‘Okdiario’, como demuestran los diálogos difundidos por ‘Crónica Libre’.

Días antes, la desvergonzada manipulación de unas palabras de Irene Montero ya había dejado desnudos a medios como Antena 3, Onda Cero o Telecinco en programas de máxima audiencia. Poco antes, conocimos la conspiración de María Dolores de Cospedal con el comisario Villarejo cuando este le ofreció "un tema de la hostia" contra Podemos y se pillaba a la entonces ministra de Defensa y líder del PP formando parte de una fábrica de mentiras. Todo este lodazal se conoce justo después del escándalo de Pegasus, en el que se perpetraron escuchas barriobajeras a decenas de independentistas.

En un país más o menos normal toda esta desvergüenza, en la que la derecha política, empresarial y mediática ha sido literalmente pillada 'in fraganti' en el grave delito de inventar pruebas, debería haber provocado un terremoto de ceses y dimisiones, aparte de una actuación inmediata de la fiscalía. Pues bien: lo que ha seguido a estos brutales escándalos ha sido un profundo silencio mediático, tan profundo como el 'deep state', exactamente el mismo que ya sucedió con el bochornoso asunto de Pegasus. Curiosamente, mientras los presidentes de México, Argentina, Colombia y Chile han salido en tromba a hablar públicamente del atropello a Podemos, nada ha dicho, curiosamente, el presidente del Gobierno español. Y el aparato mediático que está en el centro de este huracán, en lugar de dar explicaciones a sus oyentes o pedir perdón a sus lectores, ha optado por una omisión en bloque, y en los periódicos, en las radios y en las teles de la capital las conspiraciones mediáticas contra Podemos han sido silenciadas o tratadas como una nota a pie de página. Como mucho, ha salido individualmente alguno de los periodistas señalados diciendo que las informaciones se han sacado de contexto, el viejo truco de quien pretende que la tormenta amaine pronto.

En contraste con la descarada 'omertà' de la capital, el escándalo ha sido portada en los diarios digitales de izquierdas, en todos los grandes periódicos, radios y teles de Catalunya y en los medios vascos producidos localmente. Es decir, una repercusión relativa y totalmente parcial, que solo ha sido tratada con normalidad en la periferia geográfica y mediática. Mientras el escándalo crecía, los medios madrileños que lo tapaban amplificaban al máximo los actos del 25º aniversario de la terrible muerte de Miguel Ángel Blanco, con la única finalidad de explicarnos que el presidente Sánchez es un aliado de Bildu, es decir, de ETA. Porque de lo que se trata es de desviar la atención y ganar tiempo hasta el próximo acontecimiento que sirva de cortina de humo. El escándalo, efectivamente, es que no haya escándalo. En el sistema mediático central se trata de hacer el máximo ruido con el selfi de Irene Montero y el máximo silencio con la conspiración contra Podemos o con la famosa foto de Feijóo con un narcotraficante. La apisonadora ya hace tiempo que ha decidido que hay que hacer caer al Gobierno y no descansará hasta conseguir que gobierne el PP, con o sin el apoyo de Vox. Parafraseando a Felipe González, hemos entendido el mensaje, es decir, el silencio.

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