Petardos
La pirotecnia es una muestra más de idiotez humana. Se sostiene bajo la única razón que tienen todas aquellas absurdidades creadas por la humanidad: exclusivamente por tradición
Patrycia Centeno
Experta en comunicación no verbal.
Patrycia Centeno
Los petardos son una muestra más de idiotez humana. Se sostienen bajo la única razón que tienen todas aquellas absurdidades creadas por la humanidad: exclusivamente por tradición. Los adictos a la pirotecnia no piensan en las consecuencias que puede provocar su ridícula diversión. Poco les importa si estamos en riesgo por incendios, si su uso acaba con adolescentes -y no tan adolescentes- quemados o con manos amputadas en urgencias o si va a desesperar a un enfermo o un autista. Si son incapaces de empatizar con otros seres humanos, obviamente tampoco lo harán cuando les descubres que le han provocado la muerte por estrés a pájaros, perros… La palabra idiota proviene del griego y se usaba en la Antigua Grecia para señalar a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino solo de sus propios intereses. Así que el petardo es para mí una auténtica idiotez, lo mire por donde lo mire.
Así mismo, los idiotas se me antojan todos unos petardos. Me explico. En la última gala MET, Kim Kardashian decidió presentarse enfundada en el vestido icónico con el que Marilyn Monroe le susurró el 'Happy Birthday' al presidente Kennedy. A pesar de haber perdido 7 kg en tres semanas para poder entrar en un vestido que había sido pensado, diseñado y cosido para y sobre el cuerpo de otra persona, utilizó una estola de piel blanca para tapar la parte trasera ya que, pese a su 'esfuerzo' (en cuestiones de salud, adelgazar así es una simple temeridad), había sido imposible abrocharlo. Acostumbrada a pasar por quirófano para ser otra y crearse una personalidad a medida de sus inseguridades, la 'influencer' contaba el drama vivido al comprobar (¡oh, sorpresa!) que la pieza, directamente traída del museo, no le cabía….
Cuando hace unos días se supo que, con su cabezonería, además había dañado la obra (si un vestido cuelga en un museo se convierte en arte o en parte de la historia); me referí a ella (y a todos los que permitieron y aplaudieron su idiotez) como 'petarda'. La tela se había rasgado y se habían perdido cuentas de cristal que adornaban el modelo. Una usuaria en redes me reprendió y me pidió no descalificar a la 'influencer' con esa palabra. Siempre recordaré una columna en 2015 de la reputada periodista de moda Suzy Menkes para 'Vogue UK' que pronosticó, antes que nadie, la victoria de Donald Trump, valiéndose precisamente del ejemplo de Kardashian. Más o menos advertía que si la mediocridad y el mal gusto conseguía arrastrar masas, ¿por qué EEUU no iba a (re)elegir a alguien como Trump?
Desgraciadamente, no se me ocurre calificativo más pertinente para mi crítica. Más cuando he leído las declaraciones que el museo ha ofrecido al NYT para negar cualquier desperfecto en la pieza por parte de la 'influencer', asegurando que ya estaba estropeado. Además de confirmar que le prestaron el vestido a cambio de una suculenta cantidad de dinero; parece que les interesa la polémica generada porque eso les da publicidad.
Petardos, idiotas a los que solo les interesa hacer ruido.
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