Artículo de Jordi Mercader

Gobiernos de coalición: resistir no es sinónimo de vencer

Habrá que aceptar que un pacto de coalición mal avenido es una máquina de perder tiempo, aportando un plus de gravedad a una situación de por sí complicada como la actual, que exige gobiernos estables y cohesionados

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz

Jordi Mercader

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los gobiernos de coalición languidecen en las tres grandes plazas donde fueron celebrados en su constitución como prueba de madurez democrática. Los pactos del PP y Vox, por el contrario, son todavía una incógnita y además tienen el viento a favor, según los sondeos. El acuerdo de gobierno de Barcelona entre Ada Colau y Jaume Collboni a duras penas debería superar la precampaña, ya inaugurada, según el precedente del mandato anterior. La coalición que sustenta al Gobierno de Pedro Sánchez debería estar ya rota por la gran deslealtad exhibida por los socios, su continuidad se justifica por la gravedad del momento y por el cálculo socialista del destrozo que Yolanda Díaz con su Sumar está causando en el electorado de Unidas Podemos. El Govern de la Generalitat nació roto y ERC y Junts solo esperan la circunstancia apropiada para formalizarlo; salvo que el TS les eche una mano, nuevamente.

La coalición de Barcelona es, seguramente, la que mejor ha funcionado, por las características de la gobernación municipal y por la tradicional aversión del PSC a perder cuotas de poder. En la Generalitat, simplemente están dando vueltas en círculo, esperando encontrar una salida honrosa, una vez decaído el ímpetu por lanzarse al abismo. La situación del Gobierno central es más compleja. PSOE y Unidas Podemos no tienen socios alternativos a corto plazo (a diferencia de los otros dos casos), sin embargo, mantienen concepciones tan alejadas sobre el estado, la doctrina de la Unión Europea y la de la OTAN que parece un milagro que sigan juntos. Probablemente, se sienten empujados a seguir colaborando por el miedo al retorno del PP, ahora con Vox. Sobreviven en la desconfianza con la fórmula Zapatero: ilusionando con las leyes más avanzadas del mundo. A ZP no le sirvió, el descontento por la crisis económica pudo más.

La decisión de romper una coalición es delicada porque nadie sabe a quién perjudica más, si al que toma la iniciativa o a quien se presenta como víctima. La aceptación de que un Gobierno está agotado es traumática, por formidables que sean las pruebas de su pésimo funcionamiento. Pero habrá que aceptar que un Gobierno de coalición mal avenido es una máquina de perder tiempo, aportando un plus de gravedad a una situación de por sí complicada como la actual, que exige gobiernos estables y cohesionados, en todos los niveles institucionales. No parece posible reconducirlos, a pesar del canto a las bondades de la pluralidad intragubernamental y a la predisposición de no repetir encontronazos, cuya responsabilidad cada uno atribuye al socio. 

Juan Negrín, el último presidente del Consejo de Ministros de la II República, acuñó una frase resistencialista que, desgraciadamente, no se cumplió. “Resistir es vencer”, proclamó Negrín y, hace poco, Jordi Cuixart escribió para la Companyia Elèctrica Dharma con el mismo título, en plena melancolía independentista. Es muy probable que en la Moncloa y en los despachos de los dos lados de la plaza de Sant Jaume se lo hayan repetido mil veces en otras tantas crisis; olvidando que solo es un eslogan voluntarista que, interpretado literalmente, podría inducir a error. Para eso se estableció el adelanto electoral como fórmula legítima para salir de estos atolladeros, salvo en los ayuntamientos, claro. El adelanto también tiene riesgos; sin embargo, el PP lo ha practicado últimamente y sin miramientos en Madrid, Castilla y León y Andalucía, con cierto éxito. Y Sánchez adelantó y repitió elecciones hasta dar la vuelta al marcador. 

Suscríbete para seguir leyendo