Ágora | Artículo de Jordi Clos

Nada y todo ha cambiado en Barcelona

Se abre una etapa en la ciudad llena de retos que es necesario abordar con motivación, energía y espíritu positivo

Panorámica de la ciudad de Barcelona bajo una espesa nube de contaminación, el pasado viernes.

Panorámica de la ciudad de Barcelona bajo una espesa nube de contaminación, el pasado viernes.

Jordi Clos

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La actividad. Las personas. La vida. Todo parece haber vuelto a nuestras calles de Barcelona, de forma plena, en las últimas semanas. Y con ellos, también, devuelta la alegría, todavía contenida, a una ciudad y una sociedad que ha sufrido mucho en los últimos dos años y que necesitaba recuperar sensaciones positivas. Unas sensaciones que se están dando en forma de interacción social, reaperturas de negocios, recuperación del marco laboral y conectividad internacional, entre otras.

A pesar de la inactividad, la sociedad barcelonesa no parte desde el mismo lugar en que se detuvo en marzo de 2020. En el ámbito turístico, por ejemplo, estos últimos meses han permitido poner de relieve los réditos que esta actividad tiene para nuestra ciudad, paradójicamente, cuando la industria ha sido completamente anulada. De hecho, apagados los focos de un debate enquistado, los beneficios ausentes derivados de esta actividad han estado más presentes y puestos en valor que nunca. Afortunadamente, nada ha cambiado en Barcelona en este sentido.

En adelante se abre una etapa en la ciudad llena de retos que es necesario abordar con motivación, energía y espíritu positivo. De aspectos a evolucionar sobre los que hemos compartido y debatido de forma intensiva durante mucho tiempo. Ahora es momento de empezar a actuar. Siempre desde el espíritu constructivo de aquellos que amamos Barcelona y de los que la queremos ver brillar, siempre, con su máximo esplendor. De aquellos que queremos una ciudad abierta, acogedora, amable, bonita, cultural, diversa, creativa, atrevida, decidida, resolutiva. Una ciudad anhelada por aquel que no la vive en su día a día.

¡Parémonos a pensar en todo lo increíble que tenemos para hacer de ahora en adelante!

Por ejemplo, consolidar a Barcelona como referente mundial de la economía azul. Qué gran oportunidad poder volver a liderar y ser referentes mundiales en un aspecto económico y medioambiental tan importante y primordial. La Copa América de Vela debe ser un motor que (perdonad el símil fácil) nos empuje a toda vela para alcanzar nuevas metas extraordinarias en los ámbitos de la innovación, la generación de nuevas vías de negocio y la captación de talento.

Asimismo, en el ámbito de la cultura tenemos grandes opciones que deben permitir corregir un déficit histórico que arrastra la ciudad. Con el desarrollo de la Isla de los Museos en la montaña de Montjuïc, un proyecto que genera consensos sobre el gran activo que supondría para la ciudad, se impulsaría el valor museístico de la ciudad, dotándola de un legado inmejorable para las próximas generaciones.

También en el ámbito comercial hemos empezado a dar pasos positivos para convertirnos en una ciudad plenamente abierta y bien adaptada a las necesidades actuales (aunque sea, de momento, durante unas semanas al año). Asimismo, en este ámbito, debemos ser capaces de proteger e impulsar el comercio local y de proximidad, con políticas que, a pesar de que sean del todo beneficiosas, deben contar con el consenso de las partes sobre todas aquellas medidas que les pueden afectar.

Todo ello, con la calidad como bandera. No olvidemos que en este concepto tan empleado radica lo más indispensable para Barcelona. Para su convivencia. Para su prestigio. Para sus personas. Una calidad que debe venir afianzada por un liderazgo guiado por políticas valientes, abiertas, empáticas, sin prejuicios y motivadoras.

 Nada y todo ha cambiado en Barcelona. Estemos listos para trabajar y hacer de nuestra ciudad el mejor sitio para vivir y viajar.