Pros y contras | Artículo de Josep Maria Fonalleras

El aterrizaje de Joan Dausà y otras caídas similares

Yo soy partidario de probar estas heroicidades. No en un concierto –aunque el efecto que provoca es generalmente fenomenal, cuando la cosa funciona– sino en el conjunto de la existencia

Joan Dausà

Joan Dausà / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Solo he estado en un concierto de Joan Dausà y el hecho es que ese día no se lanzó en plancha contra el público, o en favor del público, o imaginando que el público sería amortiguador humano para evitar una caída tan colosal como la que sufrió el pasado viernes. “El piñaco del viernes”, como él mismo lo ha llamado. El día que le vi, el público estaba lejos y ya se intuía que el 'plongeon' no era una posibilidad. Quizás entonces todavía no hacía eso de saltar al final de la última canción del concierto, 'La gran eufòria'. Lo cierto es que Dausà explica su lanzarse a la piscina sin agua (es decir, sin gente que le acogiera: “voy a pegarme una leche”) con mucho sentido del humor y sin ningún resentimiento. Además, concreta un detalle. No cayó al suelo, sino sobre una hilera de butacas, que debe ser aun peor. 

Yo soy partidario de probar estas heroicidades. No en un concierto –aunque el efecto que provoca es generalmente fenomenal, cuando la cosa funciona– sino en el conjunto de la existencia. Soltarse de esta manera implica tanto la confianza en un aterrizaje acogedor como la conciencia (“voy a pegarme una leche”) que puede haber un día en que te la pegues. Lo que cuenta es saltar. Y volver a hacerlo. 

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