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Los negocios de Piqué y Rubiales

El acuerdo entre el futbolista y el presidente de la RFEF representa un conflicto de intereses difícil de justificar, como lo es también llevar la Supercopa a un país dictatorial

Gerard Piqué y Luis Rubiales

Gerard Piqué y Luis Rubiales / EUROPA PRESS / ÓSCAR J. BARROSO / AFP / JAVIER SORIANO

A pesar de que algunas de las informaciones ya eran conocidas, la publicación de las conversaciones entre Gerard Piqué, al frente de la empresa Kosmos, y el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, aportan algunos detalles significativos en relación al contrato de la RFEF con la compañía pública Sela de Arabia Saudí. Este documento que ya salió a la luz en 2019 estipula la celebración de la Supercopa española de fútbol durante seis ediciones, a partir de 2020, en el reino saudí, a cambio de 40 millones de euros por cada edición, con una comisión del 10% (4 millones) para la empresa del futbolista. Tanto Rubiales («es un acuerdo ejemplar») como Piqué («no se ha hecho nada erróneo, ni moralmente ni legalmente») han defendido la legalidad de la operación y de las comisiones percibidas , algo que, en principio está fuera de duda, aunque suscita preguntas de todo tipo (especialmente éticas) cuando tanto el uno como el otro han querido recalcar que la celebración de un evento de tanta envergadura no solo no es una justificación del régimen dictatorial sino una posibilidad de avanzar en la lucha por los derechos humanos. 

Se trata, lisa y llanamente, de un negocio en el que se generan beneficios entres los clubs participantes, la federación y la empresa de Piqué, Kosmos, a costa de una maniobra de propaganda de las monarquías del Golfo que ven, en el fútbol, un escaparate para blanquear su imagen internacional, como también se pretende con el Mundial de Qatar. 

Gerard Piqué, un deportista peculiar que es muy sagaz en el mundo de los emprendedores, ha sido noticia por diversas acciones empresariales, desde la renovación de la Copa Davis a la producción de documentales tan controvertidos como el de Griezmann, la compra del Andorra, el Mundial de globos o aventuras en el terreno de los 'e-sports', pero esta vez hace incursión en un terreno que puede calificarse directamente como de conflicto de intereses. Dejando de lado el hecho de establecer negocios con regímenes como el saudí, que sea un futbolista en activo, participante de uno de los equipos de la competición que él mismo, como empresario, diseña y produce, por decirlo así, genera un conflicto de intereses de corte moral difícil de defender. Una 'mala praxis' que quedaría recluida en el terreno de las opiniones sobre motivos éticos, pero que ahora, además, plantea un singular debate entre el hecho de erigirse en juez y parte de una misma causa, es decir, entre ser el empresario que promociona un torneo en el cual también interviene como protagonista. 

La familiaridad del tono de las conversaciones y anécdotas como el hecho de que Piqué pidiera ayuda a Rubiales para entrar en la selección para los Juegos Olímpicos de Tokio hacen oscilar el asunto entre la comedia de costumbres, la picaresca de alto nivel y el arrebato al que nos tiene acostumbrados el central azulgrana, siempre dispuesto a compaginar asuntos empresariales y deportivos, sin tapujos. Y es un buen motivo de reflexión para ver hasta dónde el fútbol se ha convertido en un negocio, más allá de los intereses de los aficionados de a pie.