BARRACA Y TANGANA

Espero que te duela algo

Los deportistas profesionales dicen que si no te duele nada es que estás muerto. No logré ser futbolista, no he ganado medallas ni he firmado contratos millonarios, pero al menos lo del dolor sí lo he conseguido

Jérôme Boateng, del Olympique de Lyon, se queja de dolor durante un partido.

Jérôme Boateng, del Olympique de Lyon, se queja de dolor durante un partido.

Enrique Ballester

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Los del fútbol a veces dicen cosas un tanto extrañas. Una de mis favoritas se refiere a las expulsiones. No es raro que alguien diga que una expulsión ajena le ha perjudicado. Casi siempre es un entrenador quien apunta que es más difícil atacar a un equipo que juega con diez que a uno que juega con once, porque si juegan con diez --asegura- los rivales se centran en defender y dejan menos espacios. Por lo general, esto se dice cuando eres incapaz de ganar en superioridad numérica y la verdad es que el argumento tendría más fuerza si ese mismo entrenador, cuando necesitara defender un resultado, quitara a uno de sus futbolistas para jugar con diez por voluntad propia. 

Porque si de veras ese entrenador piensa que se juega mejor con diez, ¿qué le impide salir al campo con uno menos? Se está perjudicando a sí mismo manteniendo en su equipo a los once futbolistas. ¿Por qué no pone a su sobrino a jugar a las canicas en un rincón, con el número 11? Si es más difícil atacar a un equipo con diez, ¿por qué no pide a sus jugadores que simulen una plaga de lesiones hasta quedarse sin cambios, y así jugar con uno menos cuando tenga que defender una ventaja? Algo no cuadra en todo esto. Algo huele raro. A mí no me engañan.

Descanso o cansancio

Una vez leí una entrevista a Raül López, que quizá haya sido mi jugador de baloncesto favorito. Le preguntaban por sus múltiples y graves lesiones y comentaba un dicho habitual entre los profesionales: "Si un día te levantas de la cama y no te duele nada, es que estás muerto". Me gustó porque a mí me pasa lo mismo, pero solo la parte del dolor matutino. A mí me pasa lo mismo pero sin haber jugado en la NBA, sin haber sido profesional y sin tener en casa no sé cuántas medallas. 

No he firmado contratos millonarios, pero al menos lo del dolor matinal al salir de la cama sí lo he conseguido. Tanto es así que ahora mis días de descanso son mis días de cansancio, porque paso las tardes jugando partiditos demoledores con mi hijo, porque resulta que a él no le duele nunca nada y su aguante en la cancha es infinito.

La otra tarde, por cierto, noté que mi hijo aprovechaba cualquier parón en nuestro juego para abrir la boca. Abría la boca muchísimo y también la cerraba luego, como si nada, simulando mordiscos. Al final le pregunté qué estaba haciendo y me contestó que comía aire, que estaba muy bueno, que el aire no sabía a nada y que así no se cansaba jugando. Como es lógico le dije que muy bien, que menuda idea más buena y que siguiera con ello, porque ya se sabe que los del fútbol a veces dicen cosas un tanto extrañas.

Las lesiones

Mi hijo aún está en la edad de pensar que ser futbolista es una decisión propia y sencilla, un oficio estándar que eliges cuando te preguntan qué quieres ser de mayor, y ya está, te lo pides y ya es tuyo. Como cree que soy bueno, como soy el mejor futbolista que conoce, no termina de entender por qué no juego la Champions, y pregunta. Suelo responder con una clásica mentirijilla: no fui futbolista por las lesiones –le digo-. En mi caso, no por mis lesiones, porque no las tuve, sino por las lesiones que no tuvieron los demás niños del mundo nacidos en 1983. Si se hubieran quedado todos cojos e inválidos, y mi equipo hubiera jugado siempre con diez, quizá --y remarco lo de quizá-, quizá así lo habría conseguido. 

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