APUNTE
Día de bajón en la cotización del Barça
Albert Guasch
Periodista
En la capital financiera de Alemania, el Barça experimentó un desplome que amenazó con arruinar las sensaciones alegres de las últimas semanas. La primera parte fue para vender todas las acciones. Una imprecisión detrás de otra y los sustos se sucedieron. Trapp, ese portero que debería haber jugado nervioso, tan tranquilo, mientras Ter Stegen, a sufrir. El marcador fue generoso con un Barça que en la vuelta deberá afinar las prestaciones.
Cuando el equipo azulgrana encajó el gol, en la boca se llegó a formar una de esos grumos pastosos tantas veces mascados en viajes europeos. La Europa League y la Champions, de repente, no parecieron tan distintas. El Eintracht no fue un mordisco fácil. Casi se le rompen los dientes a los de Xavi.
Se salvaron los papeles con el empate de Ferran, pero planeó la ruina en Fráncfort. El alivio vino de la única combinación de talento de los azulgranas. Entre De Jong y el delantero valenciano dignificaron una actuación propia de otros tiempos más soporíferos y menos esperanzados. Fútbol salchichero el del Barça en una ciudad alemana excitada por el partido como si fuera un guateque.
Vuelo impecable
El Eintracht es noveno en la Bundesliga y tiene un portero, Kevin Trapp, sobre el que había interés en saber si las manos le temblarían como un flan, si era víctima del trauma del 6-1 encajado en el Camp Nou con el PSG. Pero a los dos minutos desplegó las alas y voló para desviar un potentísimo disparo de Ferran Torres que buscaba la escuadra. Un paradón. El cancerbero con pinta de modelo tuvo la oportunidad de mostrar enseguida que no arrastra complejos y que los fantasmas del pasado no le pesan. Y poco más le hizo falta intervenir durante el partido, de tan lánguido que estuvo el equipo de Xavi.
La regularidad cuesta
En la mitad de la tabla habita el Eintracht, cuyo entrenador dijo en la previa que no firmaba el empate ni contra el Barça «ni contra mi hija», una forma desquiciada de querer ganarse un prestigio de ganador. Pero ese aplomo contagió a sus futbolistas, que trataron al Barça como un bono basura y no como una empresa cuyas acciones cotizan al alza desde hace unas semanas.
Cabía suponer que el rendimiento de los azulgranas no podía ser infalible, que la regularidad cuesta, y que habrán más partidos como el de ayer de aquí al final de temporada. Quedan bien las proclamas de que se va a por la Liga, de que nada está perdido, pero la realidad de la reconstrucción conlleva que de vez en cuando se caiga un ladrillo de la obra. Por suerte, el resultado mantiene a flote al equipo de Xavi en la Europa League, una competición al que se le ha cogido el gustillo.
Podía haber sido peor. También podía haber sido mejor durante el rato que el Barça jugó contra diez. Después de tantas noches de sangre y lágrimas por Europa, acabar compuesto sabe a subidón en bolsa.
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