Artículo de Jordi Mercader

Los falsos ídolos independentistas: deslumbrados con Córcega

Considerar a Yvan Colonna “el símbolo de la soberanía corsa”, como ha hecho la presidenta del Parlament, es una barbaridad porque condena al movimiento independentista de Córcega (tan legítimo como el catalán) al infierno de los violentos

Manifestación en apoyo de Yvan Colonna, en Córcega.

Manifestación en apoyo de Yvan Colonna, en Córcega. / AFP / PASCAL POCHARD

Jordi Mercader

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La crónica del disparate protagonizada por algunos independentistas desde el fracaso estrepitoso del 'procés' se alarga casi peligrosamente. Ante la falta de un plan creíble y de unos dirigentes consistentes, ciertos sectores del movimiento buscan consuelo en el enaltecimiento de ídolos ajenos. El deslumbramiento por la supuesta violencia legítima de movimientos que algunos quisieran equiparar al catalán ha sido tradicionalmente muy minoritario, aunque unos pocos de sus desorientados líderes parecen haber optado últimamente por alimentarlo. Primero fue con Putin, padre armado de las repúblicas del Donbás, y ahora con Yvan Colonna, independentista corso condenado por el asesinato del prefecto de Córcega en 1998, recientemente fallecido por la agresión de un preso yihadista.

La secesión catalana de mano de los rusos es una idea descabellada; considerar a Colonna “el símbolo de la soberanía corsa”, como ha hecho la presidenta del Parlament, es una barbaridad porque condena al movimiento independentista corso (tan legítimo como el catalán) al infierno de los violentos. Los aplausos tuiteros cosechados por Laura Borràs y por el Consell per la República en sus reacciones ante la muerte del condenado por asesinato denota la existencia de una cantidad por determinar de independentistas radicalizados que rechazan, por incompetentes y timoratos, a los actuales dirigentes (no a todos, según parece) y envidian la violencia como fórmula para alcanzar sus propósitos, obviando los ataúdes y la cárcel.

Este arquetipo de secesionista vive ensimismado en la conspiración y la persecución sistemática del Estado (de los estados) contra ellos, llegando a despreciar la exigencia democrática y pacífica defendida por la mayoría de los independentistas. Pero, sobre todo, desatienden los mensajes emitidos por la Unión Europea y la comunidad internacional, redoblados a raíz de la guerra de Ucrania, sobre el valor de la integridad estatal como factor de estabilidad. Próxima estación, el Sáhara

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