La nota | Artículo de Joan Tapia

¿Sánchez atolondrado?

Al asumir que la autonomía del Sáhara dentro de Marruecos es una solución realista, el presidente se ha quedado solo con sus 120 diputados

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el rey Mohamed VI de Marruecos, durante su encuentro mantenido el 19 de noviembre de 2018 en el Palacio Real de Rabat.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el rey Mohamed VI de Marruecos, durante su encuentro mantenido el 19 de noviembre de 2018 en el Palacio Real de Rabat. / EFE / BALLESTEROS

Joan Tapia

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España ha tenido siempre un grave dilema en su política exterior. Si se inclina por Marruecos, al que necesita para luchar contra la inmigración ilegal, el terrorismo y el 'statu quo' en Ceuta y Melilla, se indispone con Argelia, clave para el suministro de gas natural. Y a la inversa. Durante años se ha intentado un difícil equilibrio y el apoyo teórico al referéndum sobre el Sáhara (han pasado 47 años desde la marcha verde) marcaba un límite. 

Pero todo cambió cuando Estados Unidos admitió que el Sáhara era parte de Marruecos (finales del 2020) y luego Francia y Alemania aceptaron que la autonomía del Sáhara era la inevitable solución. ¿Podía España separarse de Europa y Estados Unidos cuando la colaboración entre la UE y la OTAN se ha reforzando mucho por la invasión de Ucrania? ¿Podía arriesgar que Marruecos -ahora clave de la política americana respecto a África- volviera a desestabilizar Ceuta y Melilla como el año pasado cuando acogimos al presidente de la República Saharaui a petición de Argel?

El gran peligro es que Argelia responda no retirando a su embajador -que se va cuando vuelve la de Marruecos-, sino cortando o bajando el suministro de gas. El Gobierno no debería haber tomado esta decisión sin estar seguro que Argel no escalará el conflicto. Cierto, a Argelia le interesa (ahí está la resurrección del Midcat) pasar a ser un gran suministrador de gas a Europa para sustituir a Rusia. Alemania acaba de llegar a un acuerdo con Qatar y está interesada en el Midcat. Y además España tiene seis plantas de regasificación operativas y una en reserva. En el nuevo mapa del gas España y Argelia ganan si se entienden. Y a la inversa.

Pero hay signos muy inquietantes. ¿Por qué Marruecos publica parte de la carta de Sánchez sorprendiendo y humillando al Gobierno español? ¿Por qué Sánchez no informa al líder de la oposición de lo que evidentemente es una política de Estado? ¿Por qué ni lo comunica a la vicepresidenta de Podemos? Veremos cómo evoluciona todo, pero hoy por hoy y respecto a Marruecos el Gobierno se ha quedado solo con 120 diputados sobre 350. Aunque el presidente de Ceuta (PP) sí diga que lo aprueba.

Sánchez es un político que ha demostrado que asume riesgos y ha debido pensar que no podía separarse del eje Berlín-París, y de Washington, respecto a Rusia… y a África. Está muy alarmado porque necesita bajar el precio de los combustibles y de la electricidad para evitar el colapso de la economía. Y la cumbre europea del jueves y viernes -a la que quiere ir aliado con Draghi y quizás Macron- es clave para controlar el precio de la electricidad.

Y toda su política económica puede saltar por los aires si la inflación se dispara (lo que nadie preveía hace un año) y empieza a haber dificultades para colocar deuda pública porque el BCE ya no garantiza su compra automática. Lo de Ucrania está cambiando todo: la política internacional, la de defensa (presupuesto militar), la energética y la económica. Una pregunta inquietante: ¿podrá Sánchez mantener su compromiso de subir las pensiones con el IPC si la inflación en noviembre no es la de los últimos años, sino que está todavía en el 7%?

Sánchez está presionado en múltiples frentes. Puede arriesgar al asumir de entrada apuestas poco o nada consensuadas, entre ellas la soledad política, esperando que al final la reacción verbal contraria no vaya a mas. También puede ser que, ante un horizonte complicado y alarmante, esté reaccionando de forma atolondrada. Lo veremos en la cumbre europea de esta semana y en las reacciones finales de Feijóo y Yolanda Díaz. También en lo que haga Argelia con el gas.

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