Artículo de Natàlia Cerezo

Flannery O'Connor, brutal y sutil

Aunque sea conocida por su faceta más sarcástica, la escritora norteamericana no solo juega con el susto y la sorpresa fácil

Fotograma de 'Sangre sabia', película inspirada en una narración de Flannery O'Connor

Fotograma de 'Sangre sabia', película inspirada en una narración de Flannery O'Connor

Natàlia Cerezo

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Flannery O’Connor nació el 25 de marzo de 1925, hace casi 97 años, en Savannah, al sur de Estados Unidos. Exploradora de lo grotesco, la violencia y el horror, sus cuentos tienen una conexión profunda con el lupus, del que fue diagnosticada con 27 años, la misma enfermedad de la que había fallecido su padre, y que también sería la causa de la muerte de la escritora a los 39 años. Debilitada y con la necesidad de atención constante de su madre, pese a todo O'Connor no desfallecía y seguía toda la disciplina que le permitía la enfermedad para seguir escribiendo: por la mañana iba a misa, más tarde escribía y por la tarde descansaba o se dedicaba a sus aves, especialmente los pavos reales, a los que adoraba.

Aunque sea conocida por su faceta más brutal y sarcástica (En 'La buena gente del campo', por ejemplo, explica cómo un vendedor de biblias ateo le roba la prótesis a una chica sin pierna), O'Connor no solo juega con el susto y la sorpresa fácil. Su cuento más conocido, 'Un hombre bueno es difícil de encontrar' (favorito, por cierto, del genial Nick Cave, y que podría convertirse perfectamente en una peli de Tarantino), una familia de vacaciones cruza el país para llegar a su destino, hasta que se pierde buscando una antigua casa familiar, está lleno de presagios. Desde la primera frase, “La abuela no quería ir a Florida”, hasta el final, el cuento salta de presagio en presagio y va aumentando la tensión poco a poco, de una forma que el lector percibe de una forma casi inconsciente. A veces de manera más abierta, como cuando la familia ve un pequeño cementerio con cinco o seis tumbas, a veces de una forma más sutil, como cuando dice que la madre llevaba un pañuelo en la cabeza que parecía unas orejas de conejo, O' Connor va acercando al lector, como si cruzara un río saltando de piedra en piedra, hacia un final que parece terrible, imposible, pero también inevitable.

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